Reducción de daños

Hace unos diez años, un grupo de profesionales sanitarios que
trabajaba en un servicio de atención a usuarios de drogas me explicó el
concepto de reducción de daños. Recuerdo que en aquel momento tenía ciertas
reticencias a aceptarlo, pero con el tiempo me he convertido en una defensora
de esta idea.

El equipo sanitario al que me he referido -médicos,
enfermeras y asistentes sociales-  aceptaba que los usuarios fueran consumidores
de drogas activos. Pero procuraba que dejaran de asumir riesgos en su adicción
y, por ejemplo, entre otras iniciativas, promovían la entrega de material no
contaminado para inyectarse heroína o cocaína. El objetivo era muy claro:
evitar el contagio del sida, que en aquel momento estaba en cifras muy elevadas,
para lo cual invitaban a los usuarios a que no compartieran jeringuillas y las
utilizaran una sola vez. Ahí estaba la reducción de daños.

El mismo equipo sanitario era partidario de repartir
jeringuillas en prisiones para conseguir que los reclusos no se contagiaran de
esta y otras enfermedades.

Después de estas intervenciones plantearon la necesidad de
instalar una sala de venopunción en el mismo servicio. Me pareció una idea
fuera de lugar porque entendía este recurso sanitario como una especie de
invitación a los usuarios de drogas a que siguieran inyectándose su dosis. Pero
poco después comprendí que las salas de venopunción sirven para que disminuyan
las muertes por sobredosis porque están atendidas por personal sanitario que
procura que los usuarios se inyecten la dosis adecuada y lo hagan en
condiciones higiénicas, sin riesgos.

En España hay algo más de 74.000 consumidores de opiáceos
usuarios de drogas activos, según el European Monitoring Centre for Drug
Addiction, 2018. Solo hay  salas de
venopunción en dos comunidades, Cataluña y País Vasco, porque algunas las han
cerrado. Había oposición de los vecinos. Pero está claro que son un buen
recurso y que los responsables municipales son quienes tienen que encontrar el
lugar adecuado para instalarlas.

Este es el concepto de reducción de daños que no veía con
buenos ojos al principio, pero hoy soy una de sus defensoras. Es una idea
secundaria -en el sentido de que no es primaria- y me gusta reflexionar y
compartir estas propuestas. Permite observar a los usuarios de drogas desde
otro punto de vista y prevenir las enfermedades que suelen ir asociadas al
consumo y la dependencia a las drogas.

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