
Mi admirado Jordi Delás hablaba, en el anterior blog, de no esconder al diferente, de no apartarlo. Él se refiere a las personas que viven en la calle. Ahora quiero referirme a otros diferentes: las personas con discapacidad.
Desde hace poco, un acuerdo entre la Federación Española de Fútbol (RFEF) y la ONCE hace posible que voluntarios con discapacidades físicas o intelectuales participen en partidos de la selección nacional. Cuando me enteré, hablaban de 29 voluntarios en un partido. Me pareció una noticia sobredimensionada, aunque calificaran la iniciativa de fórmula de inclusión y visibilización. Pero me quedó la iniciativa en la cabeza. Así que, a pesar de su modestia, si a mí me llamó la atención sólo como noticia, a los visitantes de los estadios, sin duda les acercará a la discapacidad de un modo positivo. Y si los voluntarios aparecen en las retransmisiones televisadas, aún mejor.
Un breve comentario me habló de nuevo de la visibilidad – mi vecina tiene una hija con discapacidad intelectual. La familia emigró desde Chile porque allí no había apenas centros para sacar lo mejor de la niña. Ahora es adulta y este curso termina su escuela. No está capacitada para trabajar (en España trabaja sólo el 34 por ciento de la población con discapacidad oficialmente reconocida). Así que su futuro es acudir a un centro de día. O que la familia monte un pequeño negocio para que ella ayude y se relacione. Mientras narraba sus angustias como madre, a mi amiga –que conoce a otros inmigrantes por hijos-, sólo se le iluminaba un poco la mirada cuando hablaba de la integración cotidiana, por llamarlo así. Han viajado con su hija por algunos países de Europa en que las personas se volvían para mirar a la chica. Según ella, aquí no tiene esa experiencia, al menos de forma generalizada. Así que, concluí, cualquier iniciativa, por modesta que sea, que de visibilidad y normalidad a las personas con discapacidades es extremadamente valiosa. Para ellos, para sus familias, para todos.
Soledad Gomis, periodista