
Acudir a un funeral supone un homenaje a la persona fallecida. Se acude porque se siente la necesidad de ir. Pero en el caso del gran personaje de El Ciervo, José Antonio González Casanova, fue más lo que nos llevamos los asistentes que lo que pensábamos aportar.
Fuimos capaces de apreciar las diferentes facetas de la gran persona, a través de sus poesías que leyeron sus nietas. “A dónde vas peregrino? Al reino del dios Amor”. De las anécdotas contadas por sus sobrinos y por sus hijas, que nos muestran la personalidad desbordante, culta, vital y delicadamente transgresora.
Apareció la gorra de capitán, de marinero en tierra, y también la bufanda que le acompañaba en las veladas-tertulia que son las reuniones del consejo de redacción de la revista El Ciervo que tanto ha amado, historiado y enriquecido.
Pero, creo que lo que más notablemente nos llevamos de la despedida de José Antonio fue la voluntad irreductible suya y de su entorno de querer cambiar, mejorar el mundo que nos dejó, meditando, durante el pícaro guiño de los sones de La Internacional.
Jordi Delás, médico