Estos días he visto y oído un vídeo que circula por las redes sociales en el que un muchacho marroquí de 17 años y tez morena explica su experiencia al llegar a España y residir varias semanas en un centro de acogida como menor extranjero no acompañado (MENA). Mohamed ha grabado su testimonio en un vídeo que se proyecta frente a un auditorio de jóvenes españoles y de otros países.
“Me costó dejar a mis padres, a mis hermanos, a mis amigos, cuando tenía 14 años para buscar un mundo mejor”, dice. Cuenta que llegó en patera, sin comida, sin nada, con muchos miedos. “Cuando fui al instituto –añade– no sabía el idioma y muchos jóvenes empezaron a insultarme, a reírse de mí, me miraban muy raro, como si fuera un bicho”.
En su breve relato frente a la cámara afirma: “estos años he sentido el rechazo de mucha gente, de muchos jóvenes como vosotros. Antes de juzgar a otros por su color, raza, dinero, tenéis que poneros en su situación”. Después deja una pregunta a los jóvenes que escuchan su testimonio: “¿Si estuvierais en mi lugar, con 14 años, seríais capaces de dejar a vuestro padre, madre, hermanos para buscar un futuro mejor?”
La actriz Blanca Portillo, después de escuchar la grabación de este joven marroquí, modera un diálogo con los jóvenes del auditorio a los que traslada la pregunta y el testimonio de este muchacho para que le respondan. Se halla en “Padres formados: ¿Qué harías tú en mi lugar?” (Episodio 8). Una iniciativa muy interesante que dura apenas cinco minutos y es toda una lección en contra de los mensajes de odio que circulan por todas partes.
Poco después de escuchar el relato de Mohamed, los ultraderechistas habían colgado su cartel electoral en la campaña de la Comunidad de Madrid contra los menores migrantes. Contrapone lo que cobra al mes una abuela pensionista y un MENA. Las cifras son falsas y la iconografía, impresentable.
Poco después una jueza de Madrid ha archivado las denuncias presentadas contra Vox por esta propaganda porque, según su criterio, no ha cometido un delito de odio y no genera un riesgo. En sus argumentos señala que “el partido ultra solo ejerce su derecho a la libertad de expresión al exponer el contenido de su programa sobre inmigración”. Como todo es opinable y el pensamiento no delinque, estoy en desacuerdo con la decisión de la magistrada. Por muy enconada que sea la lucha electoral no debemos permitir esos mensajes. La Fiscalía de Madrid –que ha recurrido el archivo de la causa cuando escribo estas líneas– o la junta electoral deberían obligar a retirar ese cartel. Y los demócratas tenemos que pronunciarnos contra esos mensajes de la ultraderecha con toda contundencia, como un solo hombre.
Eugenia de Andrés, periodista