
Durante mucho tiempo la consigna era no hacer enfadar a los habitantes de los burgos. Si había que crear un dispositivo social incómodo, cuidado con ellos, que no cortaran las calles, con un enfado focalizado, pero que seguramente era pluricausal.
Que no se enteren mucho o que se enteren poco. Que entre con el calzador la noticia de que va a aparecer un albergue o que no se haga muy visible la gente que vive en la calle, con sus pertenencias a la vista y grandes carritos.
Se acepta la proclama “no en la puerta de mi casa” seguida de que “hay otros sitios”, es decir sitios diferentes de las cercanías de mi puerta. Y la línea de pensamiento ha ido “in crescendo”, apartando, escondiendo al diferente.
Afortunadamente surge la confrontación. Salir del armario social para decir que los vecinos incómodos, los vecinos sin casa son fundamentalmente vecinos. Que no hay que esconder la realidad por dura o poco estética que sea.
Bajo ningún concepto acallar el burgués y su “no en mi jardín”. Pero sí desmantelar el pensamiento único, con otra línea opuesta, un poco hartos de callar y esconder. Salir del armario para decir, en algún sitio tienen que estar los equipamientos, la solidaridad es exigente y no voy a esconder a ningún vecino.
Ya no quiero nada debajo de la alfombra.
Jordi Delás, médico