Justo en los inicios de mi carrera como compositor, cuando todavía dedicaba parte de mi tiempo al estudio y a dar conciertos como pianista, conocí a Jordi Maluquer. Fue mientras acompañaba la voz de la soprano Núria Rial, con quien por aquel entonces manteníamos una intensa actividad como dúo concertista. Amante de las buenas voces, Maluquer no tardó en detectar que la voz única de Núria Rial llegaría lejos. Y no se equivocó.
También en mí supo ver, como dejó escrito en algunas de sus críticas musicales, la voz propia de un compositor que a duras penas comenzaba a presentar sus primeros trabajos. Poco después, sería la primera persona que me hizo un encargo. Y cuando digo encargo, quiero decir cobrando, hecho inaudito hasta entonces. Siempre lo recordaré pues como el primero que se comprometió profesionalmente con mi música.
Desde el primer momento, Maluquer mostró siempre su cara más amable en todos los sentidos, escribiendo críticas no solo profesionales sino vividas que dejaban bien claro su amor por la música. Más tarde, ya metido de lleno en mi carrera profesional, Maluquer se convirtió en un fan, fiel seguidor de todas las obras que me estrenaban, siempre presente, siempre mostrándome su apoyo más cordial y afable.
Fue así hasta poco antes de morir, ya que con motivo del 70 aniversario de El Ciervo me hizo su último encargo. El “Sicut Cervus”. Con texto impuesto, tuve la sensación de cerrar el círculo… No solo se trataba de componer para voz y piano, sino que la voz tenía que ser precisamente la de Núria Rial.
Fue todo tan rodado como hermoso. En uno de los últimos escritos que me hizo llegar, me transmitía su sentido y profundo agradecimiento por aquella obra, la cual, me aseguraba, le acompañaría hasta el final del camino. Unas líneas que causaron en mí una fuerte impresión.
Echaremos de menos a profesionales que quieran tanto la música como él la quiso, con un bagaje tan amplio como el suyo y, sobre todo, con la lucidez y la apertura de espíritu, casi de alma diría, que le caracterizaba.
Descansa en paz, Jordi. Con tus “ángeles” y tu música.
Bernat Vivancos