Definiciones

49 Premio El Ciervo – Enrique Ferrán 

¿Está en crisis el amor romántico?

¿Amor romántico? 198 artículos de 17 países parecen indicar que, en crisis o en auge, en apogeo o en declive, la llama de esa emoción está bien viva, al menos sobre el papel. Muchos jóvenes han participado. La ganadora, una estudiante laureada de la edad de Lamine Yamal.

En una neurona de algún cerebro, quizá el tuyo, quizá el de un joven hace un siglo, dos cisteínas se oxidan y forman un enlace disulfuro, que junto a otros aminoácidos se unen para dar una molécula: la oxitocina. Y no es algo trivial ni intrascendente, querido lector, ya que esta hormona es uno de los componentes clave del apego y la atracción. La molécula recién sintetizada va a embarcarse junto a otras, como la dopamina, en un viaje hacia el sentimiento humano del amor, un viaje cuyas etapas e integrantes todavía no conocemos del todo. Pero sabemos que es en medio de esta vorágine de oxitocina, dopamina y demás sustancias químicas, cuando un joven poeta, de nombre Luis y apellido Cernuda, coge una pluma y escribe “Tú justificas mi existencia”. Escribe versos para que ese amor no se estanque, para que llegue, para que un día alguien lo lea y lo entienda. En algún punto entre los enlaces químicos y las palabras de tantos autores que han dejado en versos, en pinturas o en melodías sus experiencias y sentimientos, ha surgido el amor, ese amor romántico que tanto busca el ser humano.

Nuestra sociedad se configura cada día más individualista, cada día más centrada en los beneficios y en las cifras, y parece que ya no hay cabida para una forma de entender el amor que implica entregarse a la otra persona, contrariamente a la máxima actual de ponernos como individuos por delante de todo. Lo cierto es que precisamente en una sociedad que se centra en el sujeto y no en la comunidad es cuando más se necesita. Puede que nuestra forma de relacionarnos como grupo haya cambiado, pero la necesidad de vivir eso que llamamos amor junto a alguien y ser correspondido sigue ahí, más viva que nunca.

Muchos dirán que eso no es cierto, escudándose en la promiscuidad, en los divorcios, en que esos “amores de antes” de sus abuelos han desaparecido. Ante eso, tengo dos respuestas. La primera, “monogamia o bala”, una expresión popularizada en redes sociales en tono jocoso. Con ella se busca defender un modelo de relación más cercano a ese amor romántico clásico que tanto gustamos como sociedad de idealizar, a la par que se rechazan corrientes que abogan por deconstruir lo que es el amor tradicional mediante la defensa de otros modelos, como el poliamor.

La segunda respuesta pasa por entender que el cambio no significa destrucción, y que a veces ese cambio es necesario. El amor romántico tal y como se entiende ahora abre más puertas de las que cierra. Permite que el amor hacia otro hombre que inspiró a Cernuda a escribir sus versos ya no sea un delito ni considerado una enfermedad. Permite también que un amor que debería ayudar a vivir no se convierta en una cárcel bajo las cadenas de un matrimonio inquebrantable. Glorificamos el amor romántico “de antes” sin ver, o quizá sin querer ver, que ese amor no era tan perfecto ni tan ideal. Que los versos de los poetas no reflejan la gran cantidad de gente atrapada en vidas que no les pertenecían ni habían elegido. Las actitudes y relaciones que a menudo se califican como moderneces, cosas de jovenzuelos que no saben nada de la vida, consideran factores como la salud mental o las estructuras patriarcales que han determinado cómo debería ser el amor, una noción idealizada que dejaba fuera ciertas realidades.

Quizá el problema que muchos ven actualmente en el amor romántico es un problema de definición y no una crisis real. “Amor” es un sustantivo que hemos ido construyendo como sociedad alrededor del sentimiento que experimentamos de atracción y apego hacia otras personas pero que abarca desde roles de género hasta formas de entender el mundo. A lo mejor es cierto que ha cambiado la forma en la que experimentamos o demostramos ese amor, con sus consecuencias positivas y negativas. Cambiar nuestra definición de amor romántico por una que incluya otras realidades y que no se limite a una visión determinada de lo que es y debería ser el amor puede que sea la forma de solucionar una crisis que tal vez nunca existió.

El amor romántico, como cualquier otro concepto humano, muta y se transforma, pero eso no significa que no exista ni que ese amor sea peor. Amamos porque está en nuestra naturaleza cuidar y querer, está incrustado en nuestras proteínas y en nuestros genes. Puede que nuestra sociedad fomente el individualismo, que promueva el egoísmo y el beneficio frente a la comunidad y la empatía, pero eso no puede cambiar el hecho de que amamos. No hemos dejado de sintetizar moléculas y escribir versos, prueba irrefutable de que el amor romántico está vivo y entre nosotros. •

 

Iria Conde Martínez – ganadora del premio

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