Don Juan Manuel y el arte de la negociación

Hacer según qué cosas, de cara al gran público, en pleno agosto o justo antes de que la gente se vaya de vacaciones tiene ciertas ventajas. El tiempo de asueto y la desconexión permiten que lo que en otra época del año sería un motivo de grave irritación e indignación quede en un segundo plano de forma momentánea y que, a la postre, la digestión sea más fácil. Eso explica que, por ejemplo, en agosto de 2011 se pactara una reforma de la Constitución para introducir con alevosía la estabilidad presupuestaria y la prioridad absoluta en el pago de la deuda y los intereses en los presupuestos de la administración pública tras un pacto entre PSOE y PP.

Este año, justo antes de entrar en el mes de descanso por excelencia, la Unión Europea ha cerrado un acuerdo comercial con Donald Trump –a la espera de que sea ratificado por los parlamentos nacionales de los estados miembro– de tal manera que no solo se tendrán que pagar unos aranceles del 15% por exportar a Estados Unidos, sino que además Europa compromete compras energéticas e inversiones con Washington con unas cifras astronómicas. Para acabar de rematarlo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se retrató junto al presidente estadounidense en uno de sus campos de golf en Escocia junto a los demás negociadores posando con el pulgar hacia arriba. Una foto que sobraba.

En todo este asunto se pueden hacer diversas lecturas y una de ellas es que con resignación se evita la guerra comercial y un escenario de imprevisibilidad e incertidumbre, una circunstancia que causa terror y pánico en el mundo económico y empresarial. En la Comisión Europea justificaron que habían logrado certezas y previsibilidad en tiempos de incertidumbre. Pero no deja de ser una capitulación europea en toda regla.

Cuando uno juega a póker con una persona impulsiva e imprevisible, tiene quizá tantas opciones de perder como de ganar si sigue su envite hasta el final y es probable que la ganancia sea muy grande, si la hay, o que la derrota sea estrepitosa, si acontece. De ahí que se acepte el 15%, seguramente. Trump ha demostrado ser uno de esos jugadores. No sé qué manual de negociación tendrá en su mesilla de noche, pero estos días me vino a la cabeza un fragmento literario del siglo XIV que bien podría servir paran explicar lo que ha sucedido. Se trata del El conde Lucanor de Don Juan Manuel, que recoge varios relatos breves con una moraleja final en las historias que el consejero Patronio brinda a su señor. Hay uno de ellos, el trigésimo quinto, que hace referencia a un mancebo que casó con mujer brava.

En ese relato se cuenta la historia de un hombre al que le habían propuesto nupcias con una mujer rica. Un partidazo en toda regla en el ámbito económico, si bien, había un pero. Era “una doncella muy violenta y colérica”. Patronio, para resolver el entuerto, cuenta a Lucanor la historia de un moro emprendedor que carecía de dinero y se ofreció a casarse con una mujer similar a la antes descrita, adinerada pero con mal carácter. “Nadie en el mundo querría casarse con aquel diablo de mujer”, dice de ella. Celebrada la boda, con los esposos ya solos en su hogar, el hombre, que se suponía que era bueno, pide agua a su perro, a quien acaba matando colérico al no obtener lo que desea. Después hace lo mismo con un gato, al que también deja sin vida y, finalmente, hace lo propio con el tercer animal que tiene en su casa, un caballo. “¡Cómo, don caballo! ¿Pensáis que, porque no tengo otro caballo, os respetaré la vida si no hacéis lo que yo mando? Estáis muy confundido, pues si, para desgracia vuestra, no cumplís mis órdenes, juro ante Dios daros tan mala muerte como a los otros, porque no hay nadie en el mundo que me desobedezca que no corra la misma suerte”, le dice antes de acabar con él.

En última instancia, pide agua y después la cena a la mujer, que le sirve diligente y sin rechistar por miedo a la reacción iracunda que pueda despertar en el mancebo, que también le exige que por la mañana al día siguiente le dejen dormir y que nadie le moleste. Cuando los familiares acuden a la casa el día después de la boda, al hallar todo en silencio, temen que la mujer haya matado a su esposo, pero para sorpresa de todos sale a su encuentro y les pide que no alcen la voz. “Cuando supieron lo ocurrido entre ellos aquella noche, sintieron gran estima por el mancebo porque había sabido imponer su autoridad y hacerse él con el gobierno de su casa. Desde aquel día en adelante, fue su mujer muy obediente y llevaron muy buena vida”, se apunta en el relato de Don Juan Manuel, que tiene una coda que también vale para explicar lo que pasa ahora.

Unos días después, el suegro de aquel mancebo quiso hacer lo mismo que su yerno, para lo cual mató un gallo; pero su mujer le replica: “En verdad, don Fulano, que os decidís muy tarde, porque de nada os valdría aunque mataseis cien caballos: antes tendríais que haberlo hecho, que ahora nos conocemos de sobra”. Un poco lo que le pasa a Europa con Estados Unidos. “Si desde un principio no muestras quién eres, nunca podrás después, cuando quisieres”, es la moraleja final.•

 

Por Iñaki Pardo, periodista

 

 

 

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