Emily Roberts publica su nuevo libro, Parliament Hill (Vaso Roto, 2022), y con motivo de la publicación se confiesa para la revista El Ciervo, donde nos cuenta cómo escribió el libro. Tras sus poemarios Animal de huida (2013) y Regalar el exilio (2016), y la novela La Tramontana (2016) y el libro de relatos Lejos de casa (2020), Emily Roberts vuelve a la poesía y nos ofrece este hermoso paseo.
- Primero, dar un paseo. Un corazón roto. Un lugar común. Un exilio; otro exilio. Después: repetir los pasos. Descubrir que amar es siempre hablar en una lengua extranjera. Caminar mucho. Caminar sola. Responder algunas preguntas sin saber muy bien cómo. ¿Te gusta caminar sola? ¿Por qué caminas sola? El peligro implícito no solo en hacerlo, sino en responder.
- Parliament Hill es el lugar desde donde los católicos habrían visto explotar el parlamento inglés en 1605 de no haber sido traicionados. A día de hoy, el cinco de noviembre es la fiesta nacional británica. Se trata, por tanto, de un lugar marcado por el fracaso y por la promesa de lo que pudo haber sido. Hoy en día, es un lugar pintoresco para hacer picnics en verano. Forma parte de un bosque domesticado, y está cerca de la casa de John Keats. Por supuesto, el horizonte de rascacielos modernos oculta el parlamento.
- Hubo una vez en que pensé que desde Parliament Hill podía contemplar mi futuro. Ahora sé que estaba viendo mi pasado, y que el pasado, a menudo, tiene forma de horizonte. El tiempo, entonces, es sobre todo un lugar.
- Algunos sitios por los que transita Parliament Hill y que me transitaron: Londres, Ljubljana, Sevilla, Óbidos, Chicago, Boston, Tabarca, Budapest, Milán, Praga, Bratislava, Salzburgo, Berna, Lago de Como, Crawford Notch, Viena, Oporto, Roma, Sønderborg, Aberystwyth, Gijón, Madrid, Ávila. No necesariamente en ese orden. No por orden de relevancia. No como un mapa o itinerario lógico que se pueda dibujar o replicar.
- Parliament Hill comienza con una cita de Roland Barthes: “Saber que no se escribe para el otro, saber que esto que voy a escribir no conseguirá jamás que aquel al que amo me ame, saber que la escritura no compensa nada, no sublima nada, que es precisamente ahí donde no estás: ese es el comienzo de la escritura”. Durante mucho tiempo, esto no fue así. Después, comprendí a Barthes. Por eso hay poemas que no me atrevo a leer en voz alta.
- Algunos viajes los hice sola; otros, acompañada. Un viaje es una despedida o un lugar al que no se regresa. Nunca se vuelve a un lugar al que fuiste por primera vez. Pienso en una cita de Margarita García Robayo en Primera persona: “¿Cuántas mujeres caben en un cuerpo? ¿Cuántas en una vida? ¿Estoy dispuesta a abrazarlas a todas?”. Pienso en esas mujeres como lugares que existen solo en el recuerdo, pero que también son una especie de genealogía. En algún momento, decidí que sí, que estaba dispuesta a ello, a pesar de todo.
- Por último, dar un paseo. Pasear significa perderse. Habitar un momento que no va a volver. Visitarlo como quien mira un viejo álbum. Perder algunas cosas. Pasear es inventar una lengua. Ensayar el poema. Imaginar allí donde las palabras aún no pueden ir.
Fotografía de Gema Palacios