Artículo publicado en el N.º784 (Nov-Dic 2020)
Cuando Beethoven sometió alguna de sus obras primerizas a la consideración de su maestro Joseph Haydn, este arguyó que temía que su parecer le ofendiera y el alumno le contestó que la ofensa sería que se lo callara. Haydn, entre otras apreciaciones, según explica el flautista Louis Drouet, le dijo: “En mi opinión, se encontrará siempre en vuestra obra alguna cosa no diré que extravagante, pero sí inesperada, inhabitual; ciertamente, y por todas partes, serán cosas bellas, incluso cosas admirables, pero aquí y allá se hallará alguna cosa extraña, oscura, porque sois vos mismo un poco oscuro y extraño, y el estilo del músico es siempre el hombre.”
Ferdinand Ries (1784-1838), discípulo, amigo de Beethoven y compositor —¡qué íntimo el ‘larghetto’ de su Concierto para piano núm.3!— resalta siempre las quejas de su maestro sobre las enseñanzas recibidas de Haydn. Escribió: “Haydn había deseado que Beethoven pusiera debajo del título de sus obras “Alumno de Haydn”, tal como lo hizo Ignaz Pleyel, compositor y luego fabricante de pianos. Beethoven no lo quiso así, porque, decía, “había recibido algunas lecciones de Haydn pero no había aprendido nada de él”.
Nuevamente Louis Drouet (1792-1873), llamado el Paganini de la flauta, restaura los merecimientos de Haydn en un libro delicioso, Souvenirs. En conversación con una dama de alta educación inclinada hacia la música. En él la dama le recuerda que la desaprobación por parte de Haydn de las primeras obras presentadas por Beethoven, entre ellas sus Sonatas del Opus 2, es difícil de comprender si no se tiene en cuenta que las que conocemos y se han publicado poco tienen que ver con las iniciales presentadas. El mismo Beethoven, susceptible, según Ries, de que las observaciones de Haydn no encerraran una cierta envidia profesional, años después, según Drouet, dejó claro que sus primeras composiciones no se publicaron tal y como las había escrito. Cuando Beethoven reexaminó sus primeros manuscritos dijo: “me pregunté si estaba loco por haber metido en un solo fragmento aquello que podía desarrollar en veinte. Quemé los manuscritos para que nadie los viera jamás, y habría cometido más extravagancias en mis inicios de compositor sin los buenos consejos de papá Haydn y de Albrechtsberger”. Este último, (1736-1809) reputado pedagogo y compositor.
Abunda la impresión de que globalmente la relación entre ellos fue buena ya que Beethoven había dedicado las tres sonatas de su op.2 a Haydn. Y ambos con frecuencia alternaron obras en conciertos de la época. En diversas ocasiones Haydn dirigía y Beethoven actuaba como solista. Éste, empero, se concentró en sus obras de piano ya que su primera sinfonía no se estrenó hasta que Haydn hubo terminado su ciclo de 104 sinfonías que son las que le dieron fama internacional. Con todo, en aquel momento ya era reconocido como el compositor más importante después de su maestro, pero aún tuvo que contemplar el éxito de La Creación haydniana en 1798.
En alguna época Haydn fue criticado por aceptar dócilmente el empleo de los príncipes Esterhazy que le proporcionaron una vida relativamente cómoda, aunque ello le obligara a lucir librea de empleado ya que la música era un servicio más de aquella corte. El mismo Haydn consideraba que su aislamiento no favorecía la difusión de sus creaciones aunque, paradójicamente, decía que la falta de contacto con la estricta actualidad musical le obligaba a ser original. Con todo, llegó a dirigir en una sola década de los 30 años que estuvo estrechamente vinculado con los Esterhazy más de mil representaciones de óperas, suyas y de otros autores, con el trabajo añadido de adaptarlas al conjunto de músicos y cantantes de que disponía, lo que indudablemente le dio una visión notable de este género. Su fama creció cuando pudo componer sinfonías para un encargo de París y en sus dos viajes a Londres, permitidos por el nuevo príncipe, que disolvió la orquesta, le mantuvo el sueldo y, de hecho, le dio la libertad. Entonces se convirtió en el músico más apreciado de Europa. Pablo Casals ya predijo que después de la re-eclosión de Bach vendría la de otros compositores, entre ellos Haydn. Se percibe que en ello estamos. Con fama de generoso, se ha hecho muy popular una frase suya pronunciada en una reunión en casa del príncipe R (sus biógrafos callan el nombre), con motivo del estreno del Don Giovanni de Mozart en Viena en mayo de 1788, que no fue muy bien recibido, cuando los contertulios analizaban los pros y contras. Unos consideraban la obra demasiado densa, otros desigual, otros caótica, otros la obra de un genio.
Haydn callaba y cuando le pidieron su opinión contestó: “Yo no puedo resolver el debate, pero lo que yo sé es que Mozart es el más grande de los compositores que el mundo tiene actualmente”.
De su propia música Haydn le decía a Beethoven: “En mis obras encontraréis siempre momentos joviales ya que yo lo soy. Al lado de un pensamiento serio, reflexivo, encontraréis siempre otro alegre, como en las comedias de Shakespeare… y bien, nada ha podido en mí destruir esta serenidad natural…”. Mozart decía: “Nadie puede a la vez divertir, trastornar, provocar la risa, la turbación y la profunda emoción tan bien como Joseph Haydn”. La obra, realmente, es la persona.