Se llama Midmer-Losh. Vive en Atlantic City. Cumple 90 años. Es el instrumento de música más grande del mundo. Es un órgano de más de 33.000 tubos. Una máquina gigantesca que fue construida para los oídos de una audiencia de una sala de más de 40.000 personas. El arquitecto del instrumento era el senador del Estado de Nueva Jersey, Emerson L.Richards. En los años 30, Atlantic City vivía su época dorada, atraía a la burguesía de Nueva York y Filadelfia. Necesitaba una sala de espectáculos a medida. Así es como se levantó frente al mar el Boardwalk Music Hall. La sala recibió 67 concursos de Miss América, uno de ellos permitió que la ganadora volara dentro de la sala en helicóptero.
Para ponerle música poderosa a la sala, se optó por incrustar un órgano gigante al edificio. “La reflexión era que más que contratar a una orquesta de 150 músicos para cada evento, mejor tener a un solo organista y construir el órgano”, explica Nathan Bryson, miembro de la asociación que restaura el instrumento desde el año 2004. La primera vez que se tocó en 1932, la fuerza del sonido hizo caer las tejas del techo. Uno de sus tubos produce un ruido seis veces mayor que el del silbato de un tren.
Hoy solo se puede oír el 50 por ciento del instrumento. A lo largo del tiempo se deterioró y sufrió averías curiosas. El gran huracán de 1944 inundó los sopladores que envían aire a los cajones del órgano. Durante una renovación en 2001, los contratistas atravesaron un campo de tubos de agudos, aplastándolos bajo sus pies. En 2003, antes de un concierto de Justin Timberlake y Christina Aguilera, una parte del escenario se derrumbó y cayó a metro y medio de la consola del órgano.
Dylan David Shaw es uno de los pocos músicos que tocan el Midmer-Losh. A tan solo 24 años todavía no se puede creer que está al mando de esta orquesta de tubos “Es una experiencia difícil de describir, no solo porque estás tocando el instrumento musical más grande del mundo, sino también porque todos los sonidos imaginables de una orquesta están disponibles, trompeta, flautas, percusión, incluso un piano de cola en una de las cámaras laterales… es una experiencia mágica”.
Lo más difícil, nos dice Dylan David Shaw, es tocar sin poder oír realmente lo que tocas, por la distancia entre el teclado y los tubos. “Solo me puedo fiar en las teclas y la partitura”. Se espera que el órgano Midmer-Losh esté restaurado por completo en 2030.
Céline Gesret