Joan Salvat-Papasseit: La humanísima vitalidad de la sencillez

En su acreditado artículo Modernismo frente a noventa y ocho, Guillermo Díaz Plaja anota que cuando Rubén Darío llega por segunda vez a España el año 1899, Madrid se le aparece exactamente igual a la que encontró en 1892, cuando empezaba el Modernisme en Catalunya. “Aquí no ha pasado nada. El mismo gusto por lo castizo y por lo popular, por el sainete, el chiste fácil lo aguardan”. Y con ese desánimo visita inmediatamente después Barcelona, pero allí las cosas son muy distintas “… aquí se habla a todo pasto de Ibsen y de Maeterlinck; los pintores han traído las libertades de París en vez de las academias de Roma; Wagner es un ídolo popular; Rusiñol exalta la pintura de El Greco y las fiestas modernistas de Sitges acreditan la existencia de un clima abierto a nuevos tiempos”.

Joan Salvat-Papasseit (desde ahora, JSP) nace en 1894, es decir, al inicio del Modernisme, movimiento artístico y social protagonizado por artistas e intelectuales, pero también por políticos y mecenas, que presentaba dos caras opuestas.

Por una parte el Noucentisme, diseñado por Eugeni d’Ors y proyectado desde el poder por la burguesía catalana y el clero, quien producirá su primera generación de artistas y escritores e impondrá los fundamentos ideológicos del nacionalismo conservador. Además, desde un punto de vista cultural y literario, contaba con un rasgo diferencial decisivo ante el Modernismo español, se trata de su vocación disociadora, que también poseerán, y no curiosamente, los países hispanoamericanos que acababan de independizarse de España. Los novecentistas catalanes sienten este objetivo como un propósito esencial para singularizar su territorio, su cultura y especialmente su lengua, que es la que otorgará carta de identidad a una literatura propia diversa de la española.

Enfrentado al modelo nacional conservador de la Lliga regionalista de Prat de la Riba y Cambó, se encontraba el Regeneracionisme que, a grandes rasgos, seguía una línea ideológica análoga al español. De hecho los primeros textos revolucionarios de Gorkiano, seudónimo con el que firmaba sus artículos JSP en las revistas Los Miserables, Sabadell Federal y Justicia Social —artículos reunidos por él mismo en el volumen Humo de fábrica en 1918—, se asientan en un concepto de la España negra, e incluso del unamuniano Me duele España, que podría alinearse con el de Joaquín Costa, Pío Baroja, Ángel Ganivet o José María Blanco White, aunque sumándole lo que desde mediados del siglo XIX viene llamándose El problema catalán, el cual le llevará a militar finalmente en el independentismo radical.(1)

JSP provenía de un sistema educativo basado en la férrea disciplina que entrañan los valores católicos, militares y patrióticos del más rancio tradicionalismo español con que le habían formado en el Asilo Naval,(2) y cuyos valores detentará hasta vivir en carne propia la sucesión de atrocidades acaecidas el año 1909 durante la Setmana Tràgica. Este hecho significó el inicio de su conciencia social, su alejamiento de la fe católica y su primera aproximación a las ideas del socialismo revolucionario, que coincidían con el propósito de los regeneracionistas: liberar España del capital, los caciques, los militares, el folklorismo y la Iglesia. Y en estos objetivos persistirá cuando inicie su etapa anarquista el año 1917, renunciando al seudónimo Gorkiano para resaltar la fortaleza del hombre solo y su independencia y fundando una nueva revista con el ibseniano título Un enemic del poble, publicación en la que abandona definitivamente el español como lengua literaria para adoptar la suya.

Enardecido por sus experiencias personales, su heterodoxa formación intelectual, la irrupción del Futurismo, movimiento que abraza con fervor,(3) y también por otras vanguardias como el Vibracionismo, llegado desde Uruguay de la mano de Rafael Barradas, llama a los jóvenes a combatir la pasividad y el espíritu dormido en los laureles de un pueblo que avanza hacia ladecadencia. Ahora bien, dado su cristianismo de base(4) y el cruce de referentes e influencias imposibles de ajustar en una sola ideología (Marx, Stirner, Nietzsche, Kropotkin, Engels, Shopenhauer, Bakunin, Maeterlink, Wagner, D’Annunzio o Walt Whitman), JSP está más próximo a un anarquismo sentimental de perfil mesiánico, redentorista, que a las ideas marxistas. En sus artículos Salvat arremete también contra la guerra de Marruecos, el racismo, los ricos, lo viejo, los viejos y la pasividad de la juventud.(5) También acomete contra Castilla, la monarquía y el militarismo, pero pocos años después decide abandonar definitivamente el combate, aunque seguirá manteniéndose independentista hasta el fin de sus días.

A partir de 1919, y exceptuando algunos artículos de perfil cultural, JSP solo escribirá poesía, una poesía escrita en catalán y desde un carácter literario y un temperamento humano opuesto al de todo lo publicado anteriormente en prosa, iniciándola con dos libros de carácter vanguardista: Poemes en ondes hertzianes (1919) y L’irradiador del port i les gavines (1921), en los que introduce ya los componentes cotidianos, líricos y sensuales que nunca abandonará ni en La gesta dels estels (1922) ni en su poemario póstumo, Óssa menor (1925), ingredientes que le llevaron a publicar el mejor libro erótico de la poesía catalana: El poema de la rosa als llavis (1923).

Los poemas vanguardistas de JSP fueron desconsiderados como tales por algunos críticos e incluso por J.V.Foix, quien en Algunes consideracions sobre la literatura d’avantguarda, editado un año después de la muerte de Salvat, embiste de una manera demoledora contra su filiación vanguardista (traduzco del catalán): “Este desventurado poeta no fue nunca vanguardista […] Creo que nuestros críticos harán una buena obra si abandonan toda hipótesis de filiación de Salvat-Papasseit en cualquier escuela ni tendencia extrema. No solo fracasó en su intento de aportación de formas nuevas, sino que demostró no comprender ni su significación más elemental. Como poeta sincero, como postmaragalliano, en su esfuerzo heroico de adaptarse a una expresión clasicista, es donde Salvat-Papasseit da a conocer su verdadero talento”. Afirmaciones ambas que me parecen discutibles, por una parte porque el mismo JSP se llamó a sí mismo poetavanguardistacatalà, y ese es un adjetivo que nadie puede poner en duda más allá de la aportación a la nueva estética que pudiera atribuírsele. Por otro lado creo que de ninguna manera ni los temas ni la lengua ni su estilo, de una voz poética nueva e inconfundible, pueden alinearse con la noción de poesía clasicista.

En mi opinión Joaquim Molas es quien mejor da en el clavo que define esta tendencia vanguardista en la poesía de JSP, al asegurar que “el verdadero hallazgo consiste en la fusión de los ingredientes vanguardistas con otros extraídos de la canción popular”. Efectivamente esa es la base de la poesía de Salvat, una poesía limpia, cargada de sentido y sensaciones que armonizan con sus vivencias diarias y las de sus vecinos e implicada en sus costumbres y necesidades. Al cabo, una poesía humanísima que muestra la dignidad de un colectivo humilde subsistiendo de la mejor manera posible en la frontera pobre de aquella Barcelona creativa y luminosa a inicios del siglo XX, donde se movían hombres y mujeres apasionados por las ansias de saber, de crear, de mirar hacia un futuro que ellos mismos creían estar construyendo.

Asimismo, la dicción directa y sincera de JSP, sin ningún límite ideológico, odio ni servitud, llena sus versos de vida y de ganas de vivir. Por eso los poemas amorosos de Salvat-Papasseit son una fiesta, y provienen de una tradición que recitaban, cantaban y conocían incluso los analfabetos: la cançó tradicional catalana, y a través de ella, o con ella, el acervo de la oralidad popular fragmentada de leyendas, fábulas, juegos, mitos o textos bíblicos, como El Cantar de los Cantares, en las antípodas del modelo católico, que llevaba a sus seguidores a alejarse de la sensualidad y a avergonzarse de sus sentimientos. Por ello JSP sitúa a sus personajes no en los rituales eclesiásticos sino en fiestas populares vinculadas a la parroquia de barrio. En verbenas, bodas, bautizos; en los días de Navidad o de Reyes, pero nunca los encontraremos en aquellos de dolor, como la Semana Santa, por ejemplo, tan del gusto de muchos de los poetas realmente clasicistas.

JSP es un poeta nacional de la literatura catalana moderna porque aúna popularidad y reconocimiento formal e institucional, pero lo es sobre todo porque quien lee o escucha sus poemas le identifica con algo que reside dentro de él, de su barrio o de su país, y si es así, es porque nuestro poeta reconoce los elementos que están en la conciencia cultural colectiva de su gente y los hace vibrar en sus poemas para que el receptor viva dentro de ellos.

Joan Salvat-Papasseit nos sabe, nos siente, porque él era uno de los nuestros y nunca dejó de escribir “sin mojar la pluma en el corazón abierto de par en par”.

 

NOTAS:

1 Aunque en según qué lugares cueste de entender, el independentismo puede ser antinacionalista. Desde luego lo era en el caso de Salvat, quien en sus artículos sostiene que los nacionalismos, estimulados por la burguesía, son incompatibles con el talante revolucionario. “La patria es solo de los ricos”, afirma.
2 Institución de la marina mercante y de guerra que, a bordo de tres corbetas, acogía a niños huérfanos, como JSP, quien ingresó a los 7 años cuando su padre murió abrasado al caerse sobre las planchas del horno del vapor Montevideo, y donde permaneció hasta los 12, cuando se vio obligado a trabajar para ayudar a mantener a su madre y a su hermano Miguel, que vivían en la pobreza extrema.
3 JSP redactó el primer manifiesto futurista catalán, Contra els poetes en minúscula (1920), pero rechazando tácitamente algunos de los puntos del histórico manifiesto de Marinetti como la misoginia, el militarismo o el rechazo y destrucción del pasado. El objetivo del italiano, como el de Mussolini, era borrar toda huella de los pueblos itálicos para crear un nuevo país, mientras que el del catalán era fortalecer el suyo.
4 JSP estuvo siempre vinculado al cristianismo anticlerical desde sus primeras publicaciones. Al respecto es notoria la primera portada de Los miserables, en la que aparece el Papa atropellando a Jesucristo.
5 Sin embargo, en lo que se refiere a la moral particular JSP da muestra de un conservadurismo insospechado al estar en contra de la práctica del onanismo, de la pornografía, de la anticoncepción y del adulterio.

 

Por Jordi Virallonga
POETA Y CATEDRÁTICO DE LA UB

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