La colisión de Andrómeda

La colisión de Andromeda

Artículo publicado en el N.º787 (May-Jun 2021)

De niño, en las horas de desvelo antes de quedar dormido, ideaba historias con las extrañas imágenes del Apocalipsis que había visto, muy sorprendido, en un libro ilustrado de religión. Para el niño aquello venía a ser un colorido espectáculo de pirotecnia que, contra lo que podría creerse, le resultaba fascinante y ningún miedo le producía.

Ahora no hace falta una viva imaginación para recrear el fin del mundo. Los periódicos, la prensa del día, nos lo acercan y describen con todo pormenor y bajo el halo de prestigio de la ciencia astrofísica. Leí hace ya un tiempo que unos astrónomos norteamericanos habían descubierto, escrutando lo que llaman “el cielo profundo”, que la galaxia Andrómeda acabaría inevitablemente colisionando con la Vía Láctea, en uno de cuyos extremos está nuestro hermoso y frágil planeta Tierra.

Los astrónomos habían hecho cálculos y estimaban que la velocidad de aproximación de Andrómeda, tomando como punto de referencia el Sol, era aproximadamente de 300 kilómetros por segundo, y que a esa velocidad la colisión se produciría dentro de cuatro mil o cinco mil millones de años (la duda entre ambas magnitudes nos fuerza a sonreír).

El descubrimiento sobrecoge. Pero, por otra parte, lo vemos tan lejano que nos lo tomamos con flemática indiferencia. La Tierra para entonces, dado el progresivo aumento de la temperatura solar, ya se habrá vuelto inhabitable.

Por eso, sabiendo esto, hay que tomarse todo lo que nos ocurre sin demasiada zozobra, con una tranquilidad que podríamos llamar “cósmica”. Como un maleficio y una liberación Andrómeda se acerca.

Alejandro Duque Amusco, poeta y editor de poesía.

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