Sí, pero primero cumplan con la ley

La Responsabilidad Social Corporativa o Responsabilidad Social de las Empresas tiene sus orígenes en Estados Unidos en los años 50 del pasado siglo. Fue una respuesta de algunos dirigentes empresariales ante el malestar de los ciudadanos por los comportamientos desleales de las compañías que priorizaron maximizar sus ganancias a otras consideraciones como la salud y seguridad de los trabajadores y consumidores y el respeto del medioambiente.

La conciencia de los consumidores estadounidenses experimentó un salto cualitativo en 1959 con la aparición del artículo El coche seguro que no puedes comprar, de Ralph Nader en la revista progresista The Nation. Nader explicó que la industria automovilística diseñaba vehículos por estilo, costo y rendimiento con una obsolescencia calculada, sin pensar en la seguridad, a pesar de los 5.000.000 de accidentes, casi 40.000 muertes y 110.000 discapacidades permanentes registradas cada año. En su opinión, el gran problema de la vida contemporánea era “cómo controlar el poder de los intereses económicos que ignoran los efectos nocivos de su ciencia y tecnología aplicadas”.

Las protestas de Nader tuvieron un notable eco en la sociedad estadounidense y en 1962 el presidente Kennedy proclamó que “el Estado tiene la especial obligación de estar alerta en lo referente a las necesidades de los consumidores y hacer progresar sus intereses”.

El aumento de la conciencia crítica de los ciudadanos empujó a muchas empresas a desarrollar una serie de iniciativas voluntarias para mejorar su reputación. Las empresas se presentaban así como paladines de las prácticas éticas, sostenibles y socialmente responsables.

En 2019 la asociación empresarial estadounidense Business Roundtable sorprendió con una solemne declaración que supuso un replanteamiento radical sobre los fines de las compañías. Defendió sustituir el principio que priorizaba la obtención de beneficios sólo para los accionistas, por un propósito mucho más amplio que incluyera a los clientes, trabajadores, proveedores, apoyo a la sociedad y la protección del medio ambiente. Significaba la ruptura con el principio neoliberal del economista Milton Friedman que afirmó que “el único propósito social de las empresas es aumentar beneficios”.

Estas ideas benevolentes, aunque quedaron solo en buenas palabras, adquirieron un notable desarrollo ante las crecientes evidencias de la destrucción del planeta, el aumento de las desigualdades y el deterioro de los derechos humanos. Las empresas trataron de paliar su continuada pérdida de reputación por las malas prácticas con anuncios sobre el cumplimiento de sus compromisos en materia de responsabilidad social y respeto al medio ambiente. Los resultados, sin embargo, han sido muy pobres.

En la Unión Europea los buenos propósitos se han convertido en leyes. La reciente directiva sobre Diligencia Debida de las empresas en materia de sostenibilidad establece medidas concretas en consonancia con el Pacto Verde Europeo y los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, entre los que destaca el compromiso de acabar con la pobreza y el hambre en el mundo en 2030.

La realidad es que las grandes empresas siguen financiando a los lobbies para influir a los Gobiernos y a los legisladores. En el ámbito fiscal, las multinacionales se siguen resistiendo a pagar el mínimo del 15% de sus beneficios con el consiguiente malestar de los países pobres esquilmados. Un reciente estudio de la Fundación Haz, concluye que casi la mitad de las empresas que cotizan en el Ibex 35 no informan adecuadamente sobre sus negocios en los paraísos fiscales.

En sector financiero, las demandas judiciales por el empleo de cláusulas abusivas en los contratos ha colapsado numerosos tribunales en los últimos años. Desde 2017 los españoles han presentado la increíble cifra de 870.000 demandas judiciales por contratos con cláusulas abusivas en las hipotecas. Lo más relevante es que las más de medio millón de sentencias dictadas han sido favorables a los consumidores en un 97% de los casos.

Más que debatir sobre la Responsabilidad Social Corporativa sería mucho más pertinente que las grandes empresas cumplieran con la legislación vigente. Es prioritario que pongan fin a la evasión fiscal, mantengan un trato leal con los usuarios y dejen de dañar el medio ambiente.

 

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