La España del siglo XVII fue la del esplendor literario, pero también la de la censura inquisitorial. Mathilde Albisson, doctora por la Sorbona, disecciona a la perfección los mecanismos del Santo Oficio para perseguir los libros heterodoxos. Entre la herejía y la ortodoxia, podían existir infracciones de distinta gravedad. No era lo mismo contradecir una verdad de fe que una verdad secundaria. A veces, el problema no era lo que se decía, sino lo que no se decía. Bastaba no incluir determinadas referencias teológicas para que alguien te tomara por protestante. Por otro lado, la autora muestra cómo los grandes autores del momento no se libraron de la sombra de la sospecha. Los censores eran capaces de encontrar problemas en los versos de Góngora o de considerar sedicioso un escrito de Quevedo. Gracias a este magnífico estudio, ahora conocemos mucho mejor lo que pasaba por la cabeza de aquellos que ejercían el control ideológico.