Bajo la metáfora de una caminata nocturna, Bilbeny nos invita a contemplar el firmamento. Ya en su momento Max Müller postuló la conciencia de lo infinito como origen de la religiosidad. Antes que él, Schleiermacher definió la religión como la dependencia de lo infinito. Y, aún antes, Descartes se propuso asentar la Modernidad en la conciencia de lo infinito. Se trata de un proceso recurrente que había quedado enmarcado en la cosmología con la noción de inmensidad. Bilbeny lo analiza desde distintas aproximaciones: el impacto que lo inmenso suscita en forma de estupor, admiración, curiosidad, de lo sublime o lo tempestuoso; la naturaleza de lo inmenso que se expande en el espacio-tiempo y nos abre a la noción de eternidad; lo incomprensible de la inmensidad bajo las antinomias de finitud e infinitud que desafían la imaginación haciéndonos pensar en lo invisible y lo incomprensible; la inmensidad y la ética planteando el sentido de la fugacidad, el desapego o la serenidad.
Críticas literarias
17/03/25