“En nombre de Dios, que se deje a Palestina en paz”, escribía en 1899 Yusuf Diya al-Khalidi, el alcalde de Jerusalén. Se trataba de una carta de advertencia a Theodor Herzl, fundador del movimiento sionista, puesto que en sus aspiraciones para el nuevo estado de Israel se ocultaba un plan sistémico para la deportación de palestinos. Y es que desde el principio, tal como recoge el historiador, “sus raíces son las de un proyecto de ocupación colonial”. Con la Declaración Balfour años después llega la división entre árabes y judíos, y con ella una historia de dominio, discriminación y desigualdad, pero sobre todo violencia. Hablamos de la Guerra de los Seis Días, de la invasión del Líbano, de las intifadas, de Lyndon Johnson, hasta de Donald Trump. Se trata del conflicto político más irresoluble de las últimas décadas, pero por muchos errores que se puedan adjudicar a los palestinos, la presión internacional que se ha impuesto a un pueblo que se niega a desaparecer es innegable.
Sergi Saranga i Reguera