
Este número de El Ciervo es un poco especial porque con él entramos en el año 75 de la revista y bien parece que debemos subrayarlo. Porque el 75 aniversario de una publicación cultural es un evento que no acaece cada dos por tres, es una rareza y es un hito. Llegados, si se da el caso, a este punto, uno puede tender a mirar atrás —es bueno para aprender lecciones del pasado y enseñanzas del camino— pero este ciervo inquieto prefiere olisquear al viento lo que se acerca, lo por venir, preguntar por lo que nos espera en los, sólo, 25 años que le quedan para cumplir los 100. Por ello este número, el 813 de nuestra publicación, mira hacia delante, al horizonte 2050.
El futuro contiene el pasado y se hace sólo presente, eso lo hemos sabido más o menos siempre aunque no lo hayamos dicho en cuartetos como Eliot. Será el pasado de los jóvenes de hoy y su presente ya, en la medida en que tienen el mando en sus manos. Decir el mando, en su doble acepción de artilugio que regula el funcionamiento de algo y también de autoridad, parece más ajustado hoy que tirar de las clásicas y caducas riendas, el timón o incluso el volante. Son los jóvenes en la treintena los que manejan el mando con sus teclas y botones, sus clics, sus likes, su memoria y el apoyo de la IA a su inteligencia natural, son ellos quienes tendrán el mando y el mundo en sus manos en los próximos 25 años, cuando esta revista cumpla 100. La espantosa decrepitud moral de los actuales dirigentes de las potencias mundiales y el deterioro que el tiempo inflige a los cuerpos van a propiciar pronto el relevo de una manera inexorable. A los jóvenes les tocará reparar el colosal estropicio y el legado de sangre, dolor y odios que heredan.
¿Cómo son estos jóvenes? ¿Cómo se enfrentarán al nuevo desorden y al desequilibrio de poderes que se está gestando a sus espaldas, con un egoísmo estúpido que quema el futuro en las brasas del presente? ¿Querrán, podrán, sabrán o pasarán de reconducirlo y construirlo como un lugar de paz, de concordia, de fraternidad, como una pacífica mota de polvo flotando sin rumbo y sin prisas por el inmenso vacío de las galaxias? ¿Qué sabremos, por cierto, del mapa del universo en los próximos 25 años, qué preguntas nos haremos, cuáles puede que tengan ya respuesta y cuántas no?
De estas cosas hablamos en este número con vista al Horizonte 2050. Nos preguntamos cómo será el mundo que viene para ayudarnos a pensar nuestro lugar en él. El lugar íntimo de cada uno, el de nuestro entorno más cercano —nosotros— y el que lo está menos —nos-otro —, también el de la revista. Qué hacemos aquí. Qué podemos hacer. Como de costumbre, planteamos más preguntas que respuestas y damos algunos datos con la idea de alentar la reflexión y alumbrar esperanza. ¿Esperanza en qué? En que a pesar de Murphy las cosas no siempre empeoran y a pesar de la creciente (y bienvenida) longevidad no hay mal que cien años dure.
El cuerpo, así pues, de este número de El Ciervo habla de hacia dónde vamos. Pero haber llegado a los 75 años merecía también una mirada a la historia. La debemos a los que han hecho posible que esta revista milagrosa lleve tres cuartos de siglo llena de vida, también a los que no la conocen todavía. Por eso hemos añadido al grueso de la revista habitual cuatro separatas que pintan, en un resumen impresionista, quiénes somos y de dónde venimos. Muchos, y esperamos que entre ellos muchos jóvenes, van a tener ahora la oportunidad de conocernos gracias a la excelente exposición El Ciervo 75 años de cultura y pensamiento libre que la Generalitat de Catalunya presenta en el Palau Robert de Barcelona desde finales de este mes hasta mediado el próximo enero y en cuyo marco celebraremos una serie de encuentros sobre asuntos de actualidad.
Dense, estimados lectores, por invitados. Suscriptores, colaboradores, amigos, conocidos y por conocer, a todos os esperamos. Necesitamos que vuestra presencia y participación —real, no virtual— dé calor humano a esa generosa proyección pública que nos permite mostrar El Ciervo y su modesta, cercana, artesanal pero tenaz y constante resistencia al algoritmo. Feliz cumpleaños. •
Por Jaume Boix, director de El Ciervo