El medio remedia

En 1974 se publicó El medio media, la función política de la prensa, resumen de la tesis doctoral de Lorenzo Gomis y libro pionero en los estudios locales de lo que más adelante, con coqueta afectación, llamarían periodística. Fue un libro importante.
Dos ideas clave sustentan la tesis de Gomis: el periodismo es un método de interpretación sucesiva de la realidad social, realidad que puede segmentarse en el tiempo (24 horas, un diario) y en unidades independientes, los hechos, que el periodista redacta (reduce) en forma de noticia. La interpretación de la realidad social no se limita, sin embargo, a las opiniones que acompañan las noticias, observa Gomis, sino que empieza ya en los mismos hechos: el periódico interpreta al optar por unos y desechar otros, al decidir cuál es más noticia o lo es menos, cuál no interesa airearlo o cuál conviene investigar a fondo para obtener más hechos, tal vez ocultos. No solo los opinadores interpretan, por tanto, sino que todo el periódico lo hace metódicamente. De manera que el periodismo tiene un papel político. ¿Cuál es, qué papel? Esta es la segunda idea madre de la tesis de Gomis y la que da título al libro: la función política del periodismo, dice, consiste en intermediar entre el sistema político y el ambiente social: informar al poder político de lo que demandan los ciudadanos y a los ciudadanos de lo que decide el poder. El medio media.
Hay dos condiciones indispensables para que la mediación sea posible y efectiva: libertad y credibilidad. El periódico ha de poder decirlo todo y los lectores, sean gobernantes o gobernados, han de poder darle crédito. La sociedad democrática delega esta función mediadora en el periodismo, es decir en el periódico, es decir en los periodistas. Más precisamente, delegaba. Porque esto, que debería seguir siendo así para bien de la democracia y la salud mental de la población, se está yendo al traste. El medio media se publicó hace 50 años y es un logro que la validez de sus tesis y la necesidad de que perduren sean tan manifiestas al cabo de medio siglo, en tiempos tan malos para la prensa.
De acuerdo: las redes, estos sedicentes libertarios de derechas, los neoliberales adoradores del mercado sin límites, los señores feudales de la galaxia tecnológica y los autócratas que son sus títeres… todo este club de miserables que está envenenando la comunicación humana no hallará aquí el menor atenuante a su indecencia. Pero esto no impide que antes del gorigori cantemos la palinodia. Deberíamos hacerlo los periodistas porque algo habremos tenido que ver en la pérdida de confianza en nuestro trabajo. Lo ilustra un ejemplo que puede parecer inocuo —y parecerlo indica lo mal que estamos— pero es clave, capital: ¿Cómo es posible que los medios tenidos por serios sigan dando dos datos de manifestantes, 2.000 según la policía, 200.000 según la organización, cuando saben perfectamente que son dos mentiras? Prefieren dos mentiras a la verdad, que de esta forma desprecian. Deberían contarlos y dejarse de intoxicaciones: tantos manifestantes. Y punto. Si con algo tan fácil, claro y objetivable obramos así, ¿qué pensar de las puñetas de los juzgados, de las mentiras de las declaraciones políticas, de las trampas de los corruptos, de los portavoces de la sandez? Así se pierde credibilidad y ahí entran las redes y esos locos que las llenan de estupideces sin topes, sin las garantías que los códigos deontológicos imponen a los medios, sin la responsabilidad que se les exige por vía civil o penal y las consecuencias que el mal uso del oficio acarrea.
El medio media, explicó Lorenzo. Las redes enredan, vemos ahora. ¿Tiene esto remedio? Mal pinta mientras las grandes corporaciones mediáticas no logren sustraerse al poder de las tecnológicas. Pero queda la esperanza de los medios más humildes, los alternativos, los que deciden su agenda, la resistencia frente al algoritmo. Si estos aguantan pueden señalar el camino de la recuperación. Cabría quizá entonces decirlo así: el medio remedia. •

Por Jaume Boix, director de El Ciervo

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