¿Son necesarios los líderes? Cuando planteamos esta pregunta como tema del premio El Ciervo- Enrique Ferrán no teníamos clara la respuesta y la cuestión nos parecía interesante, y a fe que lo mismo le pareció a mucha más gente, porque hemos recibido más de un centenar de artículos —110 para ser exactos— procedentes de nueve países, de modo que el asunto interesa.
¿Qué asunto, concretamente? A propósito dejamos el enunciado lo bastante abierto para permitir múltiples interpretaciones: la utilidad del liderazgo; la función del líder; la ausencia, tal vez añoranza, de líderes sólidos en un mundo que ya ni siquiera es líquido sino vaporoso como un rocío de aerosol; el oficio de líder frente a la incertidumbre, el desánimo, la desafección; su lugar, si lo hay, frente a las virtudes y los riesgos de la inteligencia artificial… El asunto ha sido, en efecto, abordado desde distintos ángulos y, como en un caleidoscopio, ha dibujado variadas figuraciones.
En estas páginas incluimos el artículo ganador junto a otros tres, y en el próximo número publicaremos tres más, en atención a la sugerencia de los miembros del jurado, que han valorado su calidad. Los articulistas, poco partidarios del blanco o negro, como es de ley, han ido desgranando argumentos sustanciosos: si han existido líderes a lo largo de toda la historia, unos dicen, por algo debe de ser, a este algo podemos llamarle necesidad o de otra forma, pero los líderes han estado siempre aquí, en la política, la guerra, la tiranía, la revolución, las iglesias, la paz, el deporte, la ciudad, el pueblo, la escuela, en casa…; algunos defienden que quizá lo ideal sería que no existieran pero piensan que eso exigiría un nivel general de educación que por desgracia no vemos en nuestras sociedades, y que por esta razón los líderes han de existir; ya, pues entonces ¿por qué no existen, aquí, en Europa, en el mundo, por qué no tenemos líderes que merezcan este título —y si alguno hay suelto, como Zelenski, lo es por una causa externa y extrema, excepcional? Puede ser, se apunta, porque los líderes no suelen caer del cielo sino que salen de entre nosotros, y si solo vemos líderes mediocres es porque son fruto de la mediocridad ambiental. ¿Puede una sociedad adulta, educada y democrática prescindir de los líderes? ¿Debería? ¿La ausencia de liderazgos fuertes mejora la convivencia, o la presencia de grandes líderes la empeora?
De manera, ya ven, que la respuesta a la convocatoria ha sido muy enriquecedora: teníamos una pregunta y ahora tenemos muchas más. Gracias a todos por participar.
Entramos en un año electoral y se teme que la crispación vaya aún a más. Incluso el Rey ha tenido que llamar a la calma y si no ha reprochado la falta de buenos modales ha sido por educación. Hay impaciencia, prisa, ansias, parece que algunos no soportan que las cosas mejoren y se sentirían felices si fueran a peor, incluso para ellos. Demasiado vinagre; falta humor. Una sonrisa es siempre un calmante. Estos jueces, ¡por favor!, que están llevando al poder judicial a un descrédito nunca visto (en democracia: antes sí) son un filón para la parodia nacional. “¿Está el señor juez? Que se ponga. ¿Cómo? ¿Que está encasquillado? Ah, encastillado. ¿Sabe usted si lo estará mucho tiempo?, es que tengo un problema de constitución y… ¿Cuatro años? Ah, vale, entonces aprovecho también para robar un par de bancos y ya lo veremos después todo junto…”
La única chispa de humor parlamentario que ha saltado en años ha sido esta respuesta de Pedro Sánchez a los ataques de la oposición: “He escuchado a su líder criticar que el Gobierno nombrara al presidente de Correos. Pero vamos a ver, señoría, ¿es que el señor Feijóo fue nombrado presidente de Correos por el señor Aznar por su dilatada experiencia como cartero?”. Ja, ja. No se puede negar comicidad a la imagen de un señor tan compuesto vuelto en audaz Miguel Strogoff del Finisterre, o convertido en aquel atribulado cartero tomado por espía al que dio vida el genial Cantinflas. Ríanse, señorías, y sobre todo de ustedes, si puede ser. Se lo pedimos muy en serio.