
De vez en cuando y cuando menos te lo esperas aparece una buena noticia perdida entre las páginas interiores del periódico —salta, decíamos con la imagen dinámica y súbita de la liebre—. Aunque la publican, y eso ya es algo, los editores no la destacan quizá porque saben o creen que en el negocio de la prensa la buena noticia no es noticia. A lo mejor si las destacaran descubrirían que las buenas noticias sí lo son, y además pueden ser un buen negocio. Pues, de momento, lo seguro es que dar prioridad a las malas, como es costumbre y casi dogma del oficio, no parece que les esté funcionando mucho y ayude a salir de la crisis que tanto nos abruma. En fin.
La noticia es que para dentro de tres años Catalunya va a necesitar más de mil técnicos titulados en formación específica del sector ferroviario. Mil jóvenes deberán matricularse ya mismo en los cursos de Formación Profesional correspondientes y tendrán trabajo cuando estén preparados. ¿No les parece una buena noticia? Esta repentina urgencia para formar a mil estudiantes de FP y reclutarlos para el servicio ferroviario catalán se debe a que, por fin, Catalunya se pone de nuevo en marcha para volver a ser la locomotora de España. El actual Govern se ha empeñado en activar un plan de infraestructuras que desencalle el país, embarrancado tras diez años de inacción, de política virtual, ficticia y falta de proyectos anclados en la realidad y presididos por lo que en otro tiempo fue bandera del país, el seny y el tocar de peus a terra.
Parece pues confirmarse que entramos en una nueva etapa de política seria, la que nos gusta y necesitamos, la que trata de ser útil y de mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. Una de esas mejoras reales vendrá del traspaso de las competencias en la red de Cercanías (Rodalies), que acaba de entrar en un proceso de aceleración gracias al acuerdo entre el PSOE y Esquerra Republicana que ha dado paso a la creación de una empresa mixta formada por el Gobierno central y el de la Generalitat. Esta empresa sustituirá a Renfe y se hará cargo de todos los trenes de Rodalies a partir del día 1 de enero próximo. Se trata de un asunto muy serio: 1.200 kilómetros de vías, 200 estaciones y medio millón de pasajeros diarios. Y de un absoluto desastre en la gestión hasta ahora, con retrasos habituales y cancelaciones continuas, lo que es especialmente grave si se tiene en cuenta que es el medio de transporte más utilizado para ir al trabajo, es decir por los currantes, sometidos a una movilidad que a menudo se convierte en tortura. Vale la pena recordarlo a los que hablan frívolamente de trato de favor a Catalunya. Los perjuicios personales y económicos que ha causado este pésimo servicio explican que fuese un traspaso muy reclamado y necesario, y la vez hace incomprensible que haya estado diez años atascado entre el laberinto de la radialidad centrípeta de unos y la irrealidad centrífuga de los otros. Pero ahí está. Y aunque tener unos trenes puntuales, seguros y con la limpieza exquisita de los de Japón costará un poquito mucho, hay que esperar que estos mil jóvenes ferroviarios salgan con la ambición y la capacidad de cumplir este objetivo. Un país funciona si sus trenes van a la hora. La puntualidad británica ha dejado de ser ejemplar y ya ven cómo está el país.
Este mismo traspaso obliga también a intervenir bastante en la Formación Profesional. Habrá que reorganizar y dotar de más recursos económicos y humanos a los centros —y contratar a profesores especialistas en el sector ferroviario procedentes quizá de otras partes del país porque al parecer no los hay en Catalunya—. Es otra buena noticia. Más profesores, mejor FP. Desde estas páginas hemos defendido repetidamente la necesidad de contar con un sistema de Formación Profesional que no la convierta en la hermana pobre de la Educación, sino que se constituya como la universidad de los trabajadores, que persiga la excelencia no solo en la práctica de los oficios sino en la formación personal, cultural y social de los alumnos. Para los jóvenes que pretendan ganarse la vida dignamente hay más futuro en la FP que en la Universidad. Pero hay que invertir en ella. Es decir, en ellos. •
Por Jaume Boix, director de El Ciervo