Una gran ocasión

Una gran ocasión

Artículo publicado en el n.º782 (Jul-Ag 2020)

Es bueno aprovechar las oportunidades cuando se presentan, se dice, pero hacerlo no es tan sencillo. Requiere afinar los sentidos: vista y olfato para verlas venir, oído para entenderlas, gusto y tacto para atenderlas; pide además algo de suerte y un equilibrio entre prudencia y cierta osadía, ser cauto sin temer al fracaso.

 Quizá nos engañan los sentidos, pero se diría que la resaca de la pandemia de covid-19 nos está dejando ante una de esas raras ocasiones que no deberíamos dejar pasar. Llamémosle reconstrucción, reconstitución, renacimiento, reinicio o incluso si se quiere revuelta, en su doble sentido. El caso es que algo hay que hacer con los restos del naufragio de este Titanic que es el sistema económico y social, tan sólido que parecía invulnerable, tan pesado que se ha hundido en un plis plas. Tres meses con el motor en punto muerto han bastado para que nuestro mundo se fuera a pique dando muestras de una fragilidad, por no decir corrosión y podredumbre de sus estructuras, que ha asustado a los severos guardianes del sistema. 

Los foros más ortodoxos anuncian reformas profundas, se detienen en palabras que antes obviaban como límites, regulación, control, pobreza, clase media, impuestos, industria, desempleo, cooperación, salud, ciencia, futuro... y empiezan a poner entre paréntesis otras como crecimiento, mercado, consumo, abuso, riqueza, corto plazo. Esta es la oportunidad que parece que está llegando y que habría que aprovechar sin perder tiempo porque está por ver cuánto les dura el susto a estos reformadores y cuán profundas van a ser las reformas que propugnan. No olvidemos que el Club de Roma lleva 50 años (desde 1972) alertando, a cada informe con datos más pesimistas, de los desastres a que conduce, como vemos, el crecimiento incontrolado. Medio siglo y mucho caso no se le hace, no. 

Hay que moverse ya, poner en marcha el reset y corregir el rumbo de la nueva etapa. ¿En qué sentido?  Lo más lógico, porque está ya balizada, es en dirección a los objetivos que la ONU ha fijado en la agenda 2030 de desarrollo sostenible. No está de más recordarlos: acabar con el hambre y la pobreza, asegurar la salud de la población mundial , el trabajo, la educación, la igualdad de género, el agua y el aire limpios, la energía no contaminante  y barata, la industria, el consumo responsable, un urbanismo sostenible, el clima controlado, los ecosistemas terrestres y marinos a salvo, la reducción de las desigualdades y, en fin, la paz y la justicia en el mundo. 

¿Queremos un gran reto? No hay sobre la mesa otro mejor. Y es una ocasión magnífica en especial para los jóvenes, esas generaciones X, Y, Z y más que se quejan, con razón, de no tener objetivos y oportunidades parecidos a los que tuvieron sus abuelos y padres, como la construcción de la democracia. Tenemos todos, y tienen los jóvenes porque es su vida por delante, que tomar conciencia del retroceso del sistema democrático al que asistimos, acechado por autoritarismos de derecha y de izquierda que asoman y a la vista están. Hay que fortalecer la democracia, mejorar los canales de participación, la justicia, la equidad, la libertad. Y hay también que apartar de la convivencia el odio, la furia, la descalificación sin más argumento que el insulto: es la base, tristemente carcomida, de la democracia. Hace falta un nuevo sentido y un nuevo sentimiento. 

Puede ser la ocasión ahora, cuando algunos de estos jóvenes están en el gobierno junto a un partido de centroizquierda experimentado que les puede ayudar a comprender que gobernar no es tocar el cielo sino el suelo y que mejorar algunas cosas, aunque sea un poco, siempre es mejor y más difícil que empeorarlas. Ojalá lo aprendan pronto y dejemos de perder el tiempo con ruido, tuits, virtualidades y entelequias. Esto va en serio. El gobierno debería liderar esta reacción ciudadana y alentar un gran pacto social con el horizonte 2030. Macron apela a la ecología. Boris Johnson, que no tiene un pelo de tonto, aunque muchos de cínico, al New Deal de Roosevelt. Bueno, pues digamos New Feel, nuevo sentimiento. ¿Puede este gobierno asumir tarea tan difícil y noble? Es una gran ocasión. Le animamos a intentarlo.

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