La vida en un fragmento

Cuando era estudiante en la facultad de Filología, una profesora –crítica literaria y ensayista de gran prestigio– dijo a los alumnos de su clase de literatura que aquellos que no conseguían leer

El Quijote en su totalidad podían optar por la lectura de algunos capítulos determinados para tener una idea de la calidad de la obra de Cervantes. A continuación, señaló que los capítulos esenciales son los siguientes: 6, 9, 11, 21 a 23 y 49 (en la primera parte) y 3, 22 y 44 (en la segunda).

En una página de mi ejemplar de El Quijote

está anotada esta referencia y cuando tengo tiempo releo alguno de esos fragmentos recomendados por mi profesora. He descubierto que otros especialistas en la obra cervantina, como Francisco Rico, opinan lo mismo y se muestran a favor de la lectura de determinados capítulos. Ignoro si los dos expertos estarían de acuerdo en cuálesson los más importantes, pero ambos coinciden en la defensa de la lectura fragmentaria.

A veces traslado esta recomendación a mi entorno inmediato y observo que estamos inmersos en el fragmento. Se ha instalado en la forma de lectura de los periódicos a través de internet –un poco de aquí, un poco de allá-; en las series televisivas, que fragmentan la totalidad del relato en episodios; en el modo de comunicar mensajes muy breves a través de las redes sociales; en la tendencia a compartir propiedades (como casas, barcos…) por días, semanas o meses. Encuentro muchos más ejemplos: alquiler de habitaciones, trabajos a tiempo parcial, fragmentos de óperas, lecturas públicas por capítulos, parlamentos con partidos sin mayoría. Acaso estamos llegando a que todo,o casi todo, en la vida es un fragmento.

Eugenia de Andrés, periodista

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