Sagunto, Numancia y los fuegos que vendrán

La poética de la resistencia hasta el fin, llenar de fuego la vida para que sea el combustible de la última batalla. La muerte de un pueblo, de una manera de ver el mundo, de una lengua, de toda una cultura. Sacrificio por el todo o nada.

Sagunto fue un destacado enclave de la antigüedad, habitado por iberos, ubicado en la costa Mediterránea entre las actuales ciudades de Castellón de la Plana y Valencia. Sagunto resistió los envites de los todo poderosos cartagineses hasta inmolarse en el año 219 a.C.

Numancia fue un poblado celtibero situado en el interior de la Península Ibérica, actualmente la ciudad de Soria se encuentra a 7 km de distancia de ese encalve. Numancia luchó contra la ocupación del Imperio Romano hasta también inmolarse en el año 133 a.C.

El Sitio de Sagunto, la Defensa Numantina, dos hitos de la historia de la antigüedad en la Península Ibérica convertidos en leyendas que perduran en el imaginario colectivo hasta nuestros días. Valentía, lucha, entereza, sacrificio y heroicidad.

De esos dos pueblos no quedó nada más que piedras quemadas y el eco con el que Tito Livio recuperó sus hazañas y lo que fueron sus vidas en sus imprescindibles e importantísimos cuadernos, que hoy en día, recogidos en volúmenes, nos permiten reconstruir la historia en la antigüedad.

Más de dos mil años después. 20 de junio del año 2010, 15 de mayo de 2011, 11 de septiembre de 2012. Gruñidos, España gruñe, las Españas gruñen, los pueblos gruñen, el sistema territorial gruñe. Se busca acomodo ante tanto gruñido, aunque la inflamación periférica parece remitir, la inflamación central parece aumentar.

Los últimos diez años hemos vivido una batalla cultural en el que se trataba de proyectar a la ciudadanía toda la épica de defender el pueblo al que uno pertenece y por ende la identidad propia. Se ha trasladado y se sigue trasladando la importancia de anteponer la valentía personal en defender a tu pueblo, a tu propio bienestar y acomodo.

Ahora o nunca, o conmigo o contra mí, disentir es traicionar. A falta de un enemigo creíble, se crea un enemigo interior, a falta de un conflicto visible, se pervierte el lenguaje para dar entrada a vocabulario bélico. No decepcionar a nuestros ancestros, creer que somos los primeros de algo, o los herederos de la bondad más pura en contraposición con la maldad más mezquina que siempre encarnan otros.

Sagunto y Numancia son ejemplos de muertes heroicas, de sacrificar el futuro de un pueblo para no caer bajo dominio ajeno, mantener la soberanía o morir. Pero también puede ser un ejemplo de incapacidad para el diálogo, no saber acordar, no saber ceder, falta de resiliencia, al fin y al cabo, de no querer pasar por el aro del darwinismo histórico, la oposición a la globalización que se produjo en la antigüedad, resistencia y lucha por no ser esclavos del imperialismo.

Qué lejos quedan las piedras quemadas, mucho más cerca están nuestros antepasados, que prefirieron vivir esperando la llegada de tiempos mejores para liberarse de todos los yugos. Nos regalaron existir. Seguimos vivos esperando vencer.

Andreu Llabina, historiador

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