El autor se confiesa: Marta Orriols

Marta Orriols ha publicado recientemente Aprender a hablar con las plantas (Lumen 2018) / Aprendre a parlar amb les plantes (Periscopi 2018) y, con motivo de esta publicación, la autora se confiesa para el blog de El Ciervo. En esta confesión, Marta Orriols nos apunta alguna de las ideas que aparecen a lo largo del viaje que lleva a cabo la protagonista del libro, Paula, pero también durante la escritura del mismo.

Aprender a hablar con las plantas por Marta Orriols

Aprender a hablar con las plantas es la historia de Paula, una mujer que transita por un campo de minas emocional. Pierde a su pareja de forma repentina en un accidente con el agravante de que unas horas antes él le ha dicho que se va de casa porque hay otra mujer. No creo que el planteamiento sea inusual, lo hemos visto antes en el cine, sobre todo, pero quería aproximarme al desamor y a la muerte desde un ángulo poco trágico. Quería huir del drama y del melodrama y situar la acción en la encrucijada sentimental de Paula. Dicen que el dolor nos hace más fuertes, pero poco se cuenta del camino que hay que andar para armarse y seguir viviendo después de una pérdida. Pues bien, yo quería escribir sobre ese camino, sobre el día después, sobre cada paso físico y mental que da Paula para empezar a andar por esa nueva realidad. Escribir sobre el proceso de cicatrización de una herida, no de la herida abierta.

Me incomoda pensar que he escrito una novela sobre la muerte, porque la muerte me irrita, prefiero defenderla como una novela sobre la vida, de cómo salir adelante. Quería sobre todo que la historia reuniera otras condiciones que la hicieran más empática, y creo que, aunque aparentemente hable de la ausencia del otro y de cómo hacerle un lugar al dolor, la novela habla lateralmente de la amistad, del deseo, de la soledad, de las relaciones, de la incomunicación, y de la vida, así, en términos generales.

Toda narración literaria implica una indagación. Escribí la novela indagando sobre la rotundidad de la muerte, de la pérdida, de su capacidad para alterarlo todo. En ningún momento me planteé escribir la novela como algo terapéutico. Construyendo la historia de Paula me alejaba de mis circunstancias personales que no eran fáciles ni agradables precisamente debido a una pérdida, pero escribí la novela para publicarla, con el deseo de escribirla, que creo que es fundamental por muy de cajón que pueda parecer. Creo que uno tiene que desear escribir por encima de publicar. A veces pienso que esas ganas de escribir junto a la contención que requería mi forma de sobrellevar lo personal, acabaron dibujando el carácter de Paula. Paula es una mujer aparentemente fuerte, independiente, una gran profesional de la neonatología, alguien que se escuda detrás de su profesión, que teme al compromiso, que tiene el control de su vida aunque esta esté llena de carencias, pero cuando la muerte y la revelación de la doble vida de su pareja invaden su espacio vital, Paula queda atrapada en un paréntesis donde se desdibuja el tiempo y el espacio. Es entonces cuando intenta recordar. En ese intento por recordar, hay en realidad, la crónica de una pareja que se ha ido diluyendo con el paso del tiempo. Paula se obsesiona por poner palabras a los hechos, aunque su voz sea ya el único relato posible. Con Aprender a hablar con las plantas quería desacralizar la memoria, defender la memoria fiel que no enaltece a la persona que se ha ido de forma exagerada. Me parecía importante narrar la pérdida desde lo terrenal y lo físico. En el fondo, la novela es una forma de contar la idea de que uno no muere nunca si se le sigue recordando.

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