Manteros

La forma de sustento de los manteros –personas que venden sin autorización objetos expuestos encima de una sábana o manta- se basa en que los consumidores les compren productos falsificados.

En forma de ecuación, sus ingresos son el resultado de los impuestos que no pagan a las administraciones públicas, lo que dejan de ganar las empresas de productos originales y los comerciantes al corriente de sus compromisos administrativos.

Ingresos manteros = administraciones públicas + circuito de productos originales + comerciantes + consumidor privado.

Y esta ecuación es válida para lateros y la economía sumergida.

La tolerancia cero en este ámbito podría ocasionar el respiro de empresas de productos originales y comerciantes. Desaparecen de la ecuación las empresas de productos originales, los comerciantes y los consumidores. Pero permanecen en soledad las instituciones públicas para especular sobre qué hacer con las necesidades básicas delas personas en nuestras calles, sin permiso para trabajar.

Tres alternativas: se permite que los manteros, lateros se busquen la vida por otros medios –mendicidad o alternativas no legales-, se les expulsa de los límites de la comunidad –no, en el jardín de mi casa- o se pasa a mantenerlos con los fondos públicos, con lo que empresas y comerciantes siguen sufragando a los manteros, en colaboración con los otros miembros de la colectividad.

La mendicidad lleva a que la sociedad asuma las cargas económicas de forma desigual, en función de la relación que tenga cada potencial donante con la caridad. Las fórmulas ilegales inciden en robos –a menudo con repercusiones en los comerciantes-, inseguridad, gastos en policías e instituciones penitenciarias.

Nos queda la expulsión. Allende mi nación. Pero, de acuerdo a un amplio clamor, preservando los derechos, sin utilizar los 7 centros de internamiento para personas extranjeras, donde es más delicado mantener el derecho a la salud, intimidad, comunicación. Y con la conveniencia de tomar medidas en las fronteras para que no regresen al poco tiempo.

La nación ideal, rica y próspera para sus selectos ciudadanos ha de contar con una estricta política de inmigración para frenar a personas de otros países. No exenta de gastos y fomentando una desigualdad de países, génesis de conflictos internacionales.

Yo me he hecho del partido universalista y, de la misma manera que he aprendido en mi ciudad a pagar impuestos para iluminar calles que no son la mía, quiero pagar impuestos para que en otras latitudes y longitudes haya escuelas, universidades, carreteras. Para que el efecto llamada esté en sus jardines. ¿Que hay corrupción?, también la hay en casa.

Pero para esto necesito administradores y políticos de altas miras, que sepan devolver los ingresos multinacionales a las múltiples naciones y un movimiento en todos los países que, sin duda, acabará apareciendo.

Jordi Delás, médico

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