Ambición

Estos 6 meses en casa con Claudia, a la que he dedicado la mayor parte de mi tiempo, he pensado sobre la ambición. Palabra que puede llevar connotaciones tanto positivas, como negativas. Según se mire.

Por ejemplo, me considero una persona poco conformista y algo ambiciosa. Aún así, he pausado mi vida profesional e incluso parado mi carrera como periodista al llegar esta nueva persona a nuestras vidas. Lo he hecho de forma consciente y voluntaria. Para algunos, esto puede ser interpretado como poco ambicioso. Depende.

Lo primero que me viene a la cabeza es un evento al que asistí en el Monasterio de Pedralbes hace ya cuatro años. Ahí estaban Ramon Andrés, ensayista, poeta y estudioso de la música, Marià Corbí, director del Centre d’Estudi de les Tradicions de Saviesa, y Francesc Torralba, filósofo. Los tres se reunieron para hablar de una espiritualidad que fuera más allá de la religión, una espiritualidad sin Dios, sin iglesias, sin creencias.

El discurso se llenó de referencias filosóficas, de análisis sobre la condición humana, y de radiografías sobre la realidad donde vivimos. Apunté alguna de las ideas y metáforas que usaron. Busco el cuaderno porque recuerdo que algunas tenían que ver con la cara fea de la ambición. Las transcribo aquí.

“Somos ansia y contabilidad”. En este mundo moderno tiene importancia la técnica, el progreso. Somos contables de nosotros mismos, contamos nuestros éxitos, los sumamos, los restamos, los multiplicamos, los dividimos. Y por otro lado, queremos que esta ansia contable sea plena. Deseo de eternidad. Que esta eternidad se encuentre por caminos aún no articulados, los tradicionales son intransitables.

“Las tumbas están llenas de biografías y no de restos humanos”. Esta me encanta. Detrás de la angustia y contabilidad anteriores, el individuo busca ser diferente de los demás, destacar para bien o para mal, no gusta pasar desapercibido. Parece que el proyecto común es inviable, los fines colectivos han pasado de moda. Lo que se lleva ahora es competir para obtener resultados, llegar a la perfección, vivimos ocupados en ser otro que aún no existe y esperamos que se de en el futuro, versiones mejoradas de uno mismo que nunca llegan. Necesitamos morir siendo reconocidos, no nos vale con ser solo un cuerpo inerte.

“Caminamos con el ego entre los dientes como si fuera un cuchillo”. Encuentro que esta metáfora es fantástica. El miedo al anonimato es lo que nos hace ser ambiciosos, queremos destacar, resultar diferentes delante de los otros. El reto es deconstruir una utopía que nos ha llevado a la más absoluta miseria. Una dependencia delante de un mundo material sin precedentes.

Estas ideas para mí recogen la cara oscura de la ambición que tiene que ver con la insatisfacción y la codicia. Sobre la parte positiva de la ambición, me gustará reflexionar en el siguiente artículo.

Lucia Montobbio, periodista y mediadora

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