La OCDE ha hecho público a principios de este mes de diciembre el informe PISA sobre el nivel educativo en los distintos países del mundo. España está un poco mejor, con Castilla-León y la comunidad de Madrid por delante de otras comunidades. Queda clara la diferencia entre el Norte y el Sur español, éste con peores resultados. Cataluña puede decir, por quedar detrás de otras comunidades, que tiene más inmigración y densidad de población. También es posible que su desarrollo tecnológico y el uso masivo de aparatos digitales esté repercutiendo en el hábito de lectura de niños y jóvenes. En general, para toda España, se ha mejorado en matemáticas y ciencias, aunque no en comprensión lectora.
Pero estamos mejor hasta cierto punto. Porque, para empezar, la mediana de puntuación de todos los países ha caído y esto nos favorece. Y para continuar: porque lo que se mide de los escolares son las “competencias”, no otras funciones de la educación. En un mundo inevitablemente de conocimiento y competitividad es lógico que se tengan tan en cuenta las competencias. Tenemos que llegar a ser “competentes”. Pero, a mi modo de ver, si la educación consiste en eso olvidamos las cualidades que justifican la existencia de la escuela y de la labor educativa. El fin de ésta debería ser socializar y a la vez individualizar al individuo, tanto como el aprender cosas y procedimientos. Deberíamos salir de la escuela habiendo aprendido a pensar por nosotros mismos y a proteger nuestra intimidad, las dos cosas esenciales para ser libres. Hoy muchos no lo son ni quieren serlo. Por ahí declina el valor moral, de la misma manera que decae cuando salimos de la escuela sin ser capaces de empatizar con otros y de estar dispuestos a escuchar y respetar su opinión, aunque no la compartamos.
¿Eso se enseña en la escuela? Ojalá. Pero yo pido además que haya menos horas lectivas, menos asignaturas, menos deberes, y más horas dedicadas a leer en silencio, a la expresión oral, a la música, a jugar en el patio y a preparar a los niños para que puedan vivir una vida independiente más allá de la esclavitud de las pantallas y de la neurastenia por las marcas y la moda. Hay un test más claro aún que el de PISA. Consta de dos preguntas: ¿Recuerdas el nombre de algún profesor que te haya dejado huella para la vida? ¿Fuiste feliz al colegio? ¡Ah, la educación, la vida…!
Norbert Bilbeny, catedrático de Ética