Cuando el tirano se ofrece a salvarnos

Las pasadas navidades, en una decisión que sorprendió a todos por lo imprevista, el consejo de accionistas de Facebook expulsó a su fundador, Mark Zuckerberg. Además de despedirlo, bloquearon su cuenta. Lo que no impidió al magnate hacer un llamamiento a los usuarios de su aplicación en internet para asistir a una masiva protesta en su apoyo. La elección del lugar no pudo ser más simbólica: el Monumento a Lincoln, en Washington. En el mismo escenario de las protestas contra la Guerra de Vietnam y de las manifestaciones pro Derechos Civiles, Zuckerberg dirigió a miles de seguidores un discurso que copiaba, casi palabra por palabra, aquel “tengo un sueño” de Martin Luther King.

“Amigos míos, pese a las dificultades que atravesamos, yo aún tengo un sueño. Un sueño profundamente arraigado en las ideas de nuestra nación, América. Un país que se levantará para afirmar que estas verdades son evidentes: que los usuarios de internet fuimos creados libres e iguales. Y sueño que un día, en todos los dispositivos fijos y móviles, los dueños de las más grandes corporaciones de la red como yo, y como ustedes usuarios anónimos, compartiremos nuestras ideas en un gran espacio común. Entonces el mundo se convertirá en un oasis de oportunidades donde los más necesitados, gracias a la información libre, gratuita y universalmente distribuida, saldrán de la carestía y la pobreza.”

Este extracto resume la parte más sustancial de su alocución antes del verdadero bombazo. El anuncio de que disputaría, desde el partido demócrata, la presidencia de los Estados Unidos a Donald Trump. Analistas de aquel país y del resto del mundo se han apresurado a elogiar su oportunismo. Si el vivero de votos de Trump ha sido el mundo rural de economía agraria e industrial, la gran oportunidad del fundador de Facebook puede estar en aglutinar a la otra parte del país, los habitantes urbanos con trabajos tecnológicos. Desde luego ya tiene para ellos una primera promesa muy afín a sus intereses: una internet verdaderamente libre, universal y gratuita.

Pero no se alarmen si debido a la resaca navideña esta noticia les pasó inadvertida. En realidad no es más que una de esas fake news, noticias falsas, construida desde el estilo de la crónica periodística. Si en lugar de en este blog se hubiese publicado como un hilo de Twitter, y difundido a través de determinadas cuentas, podría haberse convertido en tendencia, y engañar a muchos antes de su desmentido. Pasa a diario, cada vez más a menudo.

Este año nuevo, sin ir más lejos, recibí en mi móvil un ejemplo real de esta práctica. Un mensaje firmado por VOX me animaba a difundir un acuerdo secreto entre Pedro Sánchez y Ángela Merkel para admitir en nuestro país un millón de migrantes africanos. Decidí, en lugar de pensar que solo era un delirio, contrastar aquella información, comprobando que ninguno de los partidos de la oposición, ni en España ni en Alemania, pedían explicaciones a sus respectivos gobiernos ante una decisión tan radical. Tampoco se había abierto una oficina de emigración para inscribir a un millón de africanos. No era más que un bulo. El primero de los muchos que vendrán, porque ya tenemos con nosotros también, como otros países europeos, un partido de extrema derecha escasamente respetuoso con nuestra Constitución. Como sus homólogos, estos han empezado a difundir mentiras para hacerse necesarios. Una práctica política clásica para recoger votos. Y eso va a hacer más imprescindible que nunca la veracidad y el rigor.

¿Por ética? ¿Por moral? ¿Por buen periodismo? ¿Para creernos más justos o menos tontos que nuestros semejantes? ¿Para no votarles? Qué va. Solo para que cuando el tirano nos ofrezca su verdad, sepamos de verdad lo que nos ofrece.

Martín Sacristán, periodista y escritor

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