En apenas tres días, han aparecido en medios y redes sociales algunas noticias claramente positivas. Envueltos como estamos en polémicas, juicios, apariciones y desapariciones, tensiones políticas, paro, injusticias, etc., el eco que han tenido ha sido limitado. Lo positivo no rinde, tal vez porque no es patrimonio único de nadie, ni de un solo gobierno, partido o entidad. Menos si algunos datos son internacionales.
Vamos con la sustancia: un economista de la Universidad de Oxford ha publicado gráficos que muestran cómo el mundo ha cambiado a mejor en los últimos 200 años en seis aspectos cruciales: pobreza extrema, educación básica, alfabetización, personas que viven en democracia, y vacunas y mortalidad infantil. En 1820 solo una pequeña élite disfrutaba de estándares de vida elevados, mientras que la amplia mayoría vivía en condiciones que hoy calificaríamos de pobreza extrema (menos de 1,90 dólares cada día). En 1950, los pobres extremos eran tres cuartas partes de la población mundial, y en 2016 el porcentaje había caído hasta un 10 por ciento. Si atendemos a la mortalidad infantil, hace 200 años, el 43 por cien de los niños moría antes de llegar a su quinto cumpleaños. En 1960, el porcentaje estaba en el 18’5. Y ahora mismo, se sitúa en un 4’25 por cien.
El Índice de Democracia de The Economist, sitúa a España entre las Democracias Plenas con una puntuación de 8’08 que atiende a sesenta indicadores. En 2008 era un 8’45 entre 2011 y 2013 un 9’02, en 2016, 8’30. España se sitúa por encima de países del entorno europeo como Francia, Italia, Bélgica, Portugal, Grecia o también de los Estados Unidos, todos ellos dentro de lo que el índice llama democracias imperfectas.
Más datos. En 2006, la esperanza de vida al nacer en España era 77,7 años para los hombres y 84,2 años, para las mujeres. El último año del que se tienen datos es 2016. La esperanza de vida para los hombres estaba entonces en 80,4 años y para las mujeres, en 85,9 años. Si elegimos la esperanza de vida para quienes están en los 65 años, en 2006 era de 17’7 años más para los hombres y 21,7 años, para las féminas. Y una década más tarde había subido a 19,2 años para ellos y 23,1 años, para ellas.
Podríamos seguir con datos sobre los índices de supervivencia en enfermos de cáncer, que no dejan de aumentar – aunque con diferencias tremendas según los órganos afectados y también según el nivel económico de los países.
Tal vez estamos demasiado acostumbrados a la inmediatez para fijarnos en las noticias positivas. Lo malo es concreto, a menudo puntual, y da mucho de qué hablar. Lo bueno se desarrolla lentamente y además nos despierta la ambición de más, de mejor. Si leemos cáncer querríamos que desapareciera. Por eso hoy he querido poner el acento en lo positivo. Aunque no arranque comentarios entusiastas inmediatos o
likes. Está ahí, el mundo se mueve. Hacia delante.
Soledad Gomis, periodista