La Editorial Tránsito, que se dio a conocer a finales de 2018, ha publicado recientemente
La memoria del aire, de Caroline Lamarche. En este relato autobiográfico tan estremecedor como onírico la autora de origen belga vuelve a algo que le sucedió hace años y, a través de la escritura, recuerda una de las experiencias más secretas, como nos confiesa en el siguiente texto, “en medio de una gran angustia y soledad”.
La memoria del aire por Caroline Lamarche
Este texto es un ovni en mi producción. No fue premeditado y fue escrito rápidamente. Se trata de algo que me sucedió hace un cuarto de siglo, una violación cometida por un hombre con un cuchillo en un parque por el que caminaba. Nunca pensé que hablaría de esto. Me dije a mí misma: a muchas mujeres les sucede; además, estoy viva cuando podría haberme matado (lo que sucede muy a menudo también).
Tiempo más tarde, un hombre al que amé apasionadamente me dijo —e hizo un día—algo que despertó el trauma inicial. Todo me volvió entonces, con detalles muy precisos. Una amiga actriz me dijo: me interesa que escribas sobre el tema de la violencia contra las mujeres. Entonces me puse a trabajar, y escribí el texto en unas pocas semanas. Pero yo no quería publicarlo, era demasiado personal. Sin saber qué hacer con él, se lo hice leer a un amigo que trabajaba para la radio, y él lo confió a una productora de France-Culture, que lo programó en el Festival de Aviñón a cargo de una gran actriz francesa, Dominique Blanc. Esta experiencia maravillosa me impulsó a confiar el texto a mi editor de Gallimard. Es como si todos, mejor dicho todas, quisieran acompañarme a contar públicamente lo que nunca pensaba revelar.
Tenía el título, «La memoria del aire», desde el principio. Creo que el aire guarda la memoria de las experiencias más secretas, de los eventos que sucedieron sin testigos en medio de una gran angustia y soledad. El aire es ligero, y este texto, a pesar de su gravedad, también. El tiempo transcurrido y el estilo distante de mi escritura lo hacen, creo, una historia universal, en la que los lectores pueden proyectar sus emociones propias. Y más aún hoy, después del #MeToo: ¿no ha llegado ahora, por fin, el momento de escuchar historias que no son sólo líneas sueltas en internet? Historias simples y reflexivas, filtradas por el tiempo y el trabajo interior. Y que incluso logran, a veces, hacer sonreír. Porque mi indignación toma, en mi texto, la forma de una ironía que a menudo practico. La ironía puede ser, cuando es lúcida, un arma para los dominados. Yo misma soy muy sensible a la ironía de las mujeres, que a menudo pasa desapercibida, ya que el sistema acostumbra a reducirlas a su condición de víctimas del machismo. Si he tardado tantos años en escribir este texto, puede ser precisamente porque no quería que me redujeran a ser eso, una víctima, la de una violación, ese acto breve que puede hacer de una, internamente, una muerta. Yo estaba decidida a dialogar con esta muerta que yacía dentro de mí; quería ponerla en pie de nuevo, y mi instrumento para hacerlo fue la escritura.
Ahora los lectores están tomando el lugar del aire, que fue, durante tantos años, el único testigo de esta experiencia. Me rodean de comprensión y confianza. Han entendido perfectamente la cita, de Emily Dickinson, escogida por la editorial Tránsito para definir mi libro: «Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos en pie».