Las bibliotecas ya no son almacenes de libros colocados todos en orden en sus estanterías en espera de ser leídos allí mismo o de tomarlos prestados. Han entrado en una nueva dimensión: se han convertido en verdaderos espacios culturales. Casi sin que nos diéramos cuenta –al menos así me ha sucedido a mí– han evolucionado, se han adaptado a los nuevos tiempos y ofrecen numerosas posibilidades a quienes se acercan a sus instalaciones. Ocurre así en la red de bibliotecas de grandes ciudades, y quizás no tanto en las de pequeños municipios.
Además de leer, estudiar o trabajar en sus dependencias, hay zonas con ordenadores de uso público en los que puedes acceder a internet, salas de estudio con prolongación de horario en fechas de exámenes, exposiciones, charlas y conferencias de escritores, presentaciones de libros, recitales de poesía, clubs de lectura y una oferta interesante de propuestas para todos los gustos.
Para los niños hay sesiones de espectáculos infantiles, relatos dramatizados de cuentos y hasta voluntarios con los que pueden practicar y mejorar la lectura. En algunas bibliotecas hay cine, cursos de tecnología y de idiomas, talleres de escritura… Al repasar el programa de actividades de las que hay en la ciudad donde vivo he descubierto incluso un homenaje a rumba con música en directo. Una pequeña ventaja: la tarjeta de socio de la biblioteca permite, además de lectura gratuita, algún pequeño descuento en espectáculos de teatro, una buena opción en los tiempos que corren.
Algunas de las actividades que se desarrollan en las bibliotecas han sufrido cambios en su formato por causa del covid-19. El aforo es limitado, se pide inscripción previa y uso de mascarilla como medidas de seguridad. En mi última visita a la biblioteca de mi barrio observé que ya no se pueden leer los periódicos ni las revistas como precaución ante los contagios. También las salas de lectura tienen en sus mesas algunas sillas patas arribas para reducir el aforo. Son recintos seguros.
Con las limitaciones que impone la pandemia, siguen siendo lugares muy interesantes para frecuentar. Muchas se han convertido además en espacios relacionales de vecinos del barrio que acuden a ellas con asiduidad a buscar un libro o a devolver los que ya han leído. “No te pierdas esta novela”, me dijo ayer un vecino al que encontré en la biblioteca. Le haré caso.