“¿Podría Europa sobrevivir a otro 2015?”. Este era el titular de un gran reportaje con el que la edición en castellano del The New York Times
resumía el –complicado– año pasado en el Viejo Continente. Se centraba en la llamada crisis de los refugiados; el referéndum de Reino Unido sobre la permanencia en la Unión Europea; el estancado conflicto de Ucrania y las tensiones entre Bruselas y Moscú;
los atentados de París; el triunfo de Syriza en Grecia; y el auge de fuerzas euroescépticas y de extrema derecha (el Frente Nacional en Francia o el gobierno polaco) y de partidos de izquierda…
Lo cierto, es que 2016 se presenta complicado a este lado del Atlántico. Tanto o más que 2015.
El rotativo estadounidense afirma que la dureza con que se trató a Atenas era para evitar el triunfo de fuerzas alternativas en otros países del sur de Europa: “Renegociar la deuda de Grecia y hacer concesiones reales podría haber abierto la puerta a renegociaciones con países deudores como Italia, Portugal y España”.
España y Portugal celebraron comicios después de los de Grecia. Pese a la repetición de las elecciones en septiembre, Tsipras sigue al frente del ejecutivo heleno. En Lisboa gobierna una coalición inédita de izquierdas formada por los socialistas, los marxistas y los viejos comunistas. Renzi, por su parte,
clama contra la aplicación forzosa de la austeridad y la doctrina de Berlín.
En España, fruto de las elecciones del 20 de diciembre, la situación parece ingobernable. Todo apunta a una nueva e imprevisible cita con las urnas salvo un pacto a la alemana de PP y PSOE con Ciudadanos. O una coalición progresista de PSOE y Podemos, que se antoja harto complicada y en la que Pedro Sánchez también quiere incluir a la formación naranja.
Entre tanto, Catalunya sigue con lo suyo, la desconexión. Sobre la bocina hubo un acuerdo que ha evitado nuevos comicios en marzo. Para losmercados y las instituciones europeas todo ello no es otra cosa que inestabilidad. Y eso, a su juicio, amenaza a la tan perseguida recuperación económica y al crecimiento.
No hay plan B por si Reino Unido vota salir de la Unión Europea
Respecto a Londres, la Comisión Europea espera alcanzar un acuerdo con Cameron el próximo mes de febrero para que defienda la continuidad de Gran Bretaña en el bloque comunitario.
La Comisión asegura que no trabaja en un plan B
por si hay Brexit. No sabemos si es un intento de mostrar solidez y confianza o si realmente en los despachos de Bruselas no se plantean nada que no sea una victoria de aquellos que quieren seguir en el proyecto común.
El referéndum está previsto para este año y los ministros de Cameron tendrán libertad a la hora de defender una postura u otra. Alguno ya se ha posicionado a favor de romper con Europa
y trazar su propio camino en los años venideros. Sea como sea, habrá divisiones entre los conservadores británicos pese a su victoria en las urnas el pasado mes de mayo. Corbyn, líder de los laboristas, aguarda a su momento y está por ver si resiste el desgaste hasta 2020 y la oposición que tiene en el seno de su propio partido.
En otro orden de cosas, al gobierno de ultraderecha de Varsovia se le ha abierto un proceso comunitario, el primero de la Unión, por desacatar sentencias del Constitucional de Polonia. Esto podría llegar a desembocar en sanciones que algunos Estados miembros como la Hungría del díscolo Orban no apoyan.
La fosa común del Mediterráneo y la llegada masiva de refugiados
Más de un millón de refugiados llegaron a Europa por el Mar Mediterráneo (el más mortífero del planeta) en 2015. Un 85% lo hizo a través de Grecia, que suficiente tenía con su crisis económica. Esta cifra multiplica por cinco el número de refugiados que llegó en 2014. Desde las fallidas primaveras árabes, ha ido creciendo año a año.
El año pasado fue el año más mortal en el Mediterráneo con al menos 3.770 muertos, según datos de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM). Las imágenes de la isla griega de Lesbos
han reemplazado a las de Lampedusa. Igual que sucedió con el naufragio de 2013 en la isla italiana, la muerte de Aylan Kurdi en la playa de Bodrum
solo sacudió la conciencia europea por unos días o quizá por unas horas y todo sigue igual. Después de Aylan han muerto muchos más niños y adultos en el Egeo.
Alrededor de un 50% de las personas que han entrado al Viejo Continente son sirios, que hoy es el país que más refugiados genera en el mundo. No obstante, la mayoría se quedan en la turbulenta región de Oriente Medio. Según datos de ACNUR de finales de 2015, en Turquía hay 2,3 millones; en Líbano, 1,07; más de 600 mil refugiados en Jordania e incluso en Irak hay casi 250 mil. En Egipto, solo 123 mil. En los primeros once días de este año llegaron a las costas europeas a través del mar 18.882 refugiados y ya han muerto 53, según la OIM.
Solo 272 personas han sido reubicadas en la Unión Europea de las 160.000 acordadas el pasado mes de septiembre, mientras que solo 779 de los 5.331 personas con estatus de refugiado fuera la Unión previstas en 2015 fueron reasentados dentro del bloque comunitario.
Como dato curioso, Europa es el lugar del mundo donde viven más inmigrantes, con 76 millones. Poco más de la mitad (un 53%) son europeos viviendo en otros países del continente. Ahora hay en 20 millones más de inmigrantes que en el año 2000 y es junto a Asia donde más han aumentado.
Ineficacia en la gestión de la crisis de los refugiados
La Unión Europea planea crear un cuerpo de fronteras exteriores con capacidad de intervención a instancias de Bruselas y una guardia costera a lo largo de este año. La otra solución, además de intentar frenar la guerra de Siria por la vía diplomática, ha sido pactar con Turquía.
Hace unos meses se criticaba el autoritarismo y la censura de los medios de comunicación por parte de Erdogan. Apremiada por la situación, la Unión otorgó 3.000 millones de euros a Ankara y acordó facilitar visados a los turcos y relanzar las conversaciones de adhesión a la Unión a cambio de que hagan de gendarmes y frenen el flujo de personas.
Por ahora, en Bruselas están “lejos” de estar satisfechos de la cooperación con Turquía. “No podemos estar satisfechos con la llegada a Europa de entre 2.000 y 3.000 personas cada día”, ha dicho Timmermans, vicepresidente de la Comisión Europea.
En 2015 algunos países introdujeron controles fronterizos dentro de Schengen y se ha visto amenazada la vigencia y el futuro del mecanismo que permite la libre circulación de mercancías y personas. Valls, primer ministro francés, se ha mostrado favorable a restituir los controles después de los atentados de París, que dejaron 130 muertos. Por otra parte, en los próximos meses se buscará un nuevo mecanismo que regule las normas de asilo y reemplace el reglamento de Dublín II.
Merkel y Hollande tomaron la bandera de la solidaridad en la cuestión de refugiados. Tras los ataques de París, la canciller se ha quedado sola y el presidente francés ha rebajado el tono.
En 2017 Francia y Alemania tendrán elecciones y ambos líderes tienen un año por delante para recuperarse. Hollande ha mejorado sus valoraciones por su respuesta a los atentados. Merkel cae a mínimos por su gestión de la crisis de los refugiados y le han surgido fisuras en su partido (en Baviera) y las agresiones de Nochevieja no le han ayudado.
Para suerte suya, Alemania tiene un superávit presupuestario de más de 12.000 millones de euros que podrá destinar a los refugiados, que son más de 1,1 millones en el país según datos del Ministerio de Interior. Unos 428.500 son sirios. Los otros dos grupos numerosos son iraquíes y afganos, que suman 276.000. En 2016 se espera la llegada de otros 800.000 al país germano.
El proyecto europeo parece agotado por momentos.
La unión monetaria y bancaria no se ha traducido en una unión fiscal y los estados no quieren ceder más soberanía. Schengen corre peligro. Hay grandes diferencias entre norte y sur y este y oeste, y el euro ha servido para doblegar y castigar a los deudores. Los incentivos del BCE y los millones con los que han regado la banca no llegan a las personas y el crecimiento que tanto preocupa en los despachos de todo el continente está estancado.
Además, en el seno de la Unión empieza a haber voces discordantes con el diktat Berlín. Como decía, otro año horrible sí es posible y Europa deberá sobrevivir a él.
Iñaki Pardo Torregrosa, periodista