Hablar o no hablar sobre VOX

Deseo empezar recordando un momento histórico de 2016, una de esas pequeñas anécdotas que pasaron en los pasillos del Congreso y que puestas en contexto dicen mucho de nuestro presente. El diputado de Podemos Alberto Rodríguez entraba a la sala en el inicio de la X legislatura. Detrás de él, Jesús Posada del PP, que había sido en la anterior presidente del Congreso, no pudo evitar el gesto de desagrado ante las cámaras al ver las llamativas rastas de Rodríguez. Su cara lo decía todo sobre la conveniencia de que una señoría presentara semejante aspecto. De Podemos, en todo caso, se había hablado tanto que la sorpresa de Posada casi parecía impostada. Ahora tenemos en el escenario a un nuevo grupo llamado VOX, y son muchos los que dicen que no debemos hablar de ellos, porque solo conseguiremos hacerles de altavoz. El último en decirlo en este mismo blog ha sido Jaume Boix, director de El Ciervo, quien con su fino olfato de periodista ha identificado un

sentir generalizado.

Para defender justo lo contrario quiero plantear al lector tres preguntas. La primera, si callándonos impediremos que quienes se ven reflejados en el ideario y propuestas de VOX no vayan a votarles. La segunda, si en algún remoto rincón de este país se ignora que ese partido existe, y que es una opción a la que votar. Y la tercera y última, si hemos sido tan ciegos a la realidad de nuestra propia nación como para no saber que una minoría de españoles añoran el franquismo. A las tres podemos responder con un rotundo no, y por ello me permito hoy llevar la contraria a la dirección de El Ciervo.

Hay que hablar de VOX para exponer su indigencia intelectual, comenzando por su programa. Entre sus primeras propuestas está afirmar que ilegalizarán partidos políticos, asociaciones y ONGs en función de su ideario. Eso supone suprimir parte de las libertades civiles y derechos fundamentales recogidos en la Constitución. No paran ahí, también desean acabar con las Comunidades Autónomas, y por tanto con una forma de gobierno constitucional desde 1978. Desean eliminar la sanidad y educación universales, sin aclarar qué harán con los españoles que no puedan pagar a sus hijos la educación, o los enfermos que no tenga para abonar sus gastos médicos. Desean dotar a España de la capacidad de defenderse militarmente de forma autónoma, pero tampoco explican cómo negociarán con la OTAN para incumplir nuestros compromisos y obligaciones con ella, o si es que la abandonaremos.

Quizá todo esto no deba preocuparnos porque tienen un plan para sanar la economía española reindustrializando España. Pero atención, no con el objetivo de ser una nación más competitiva, sino para que el país pueda alcanzar la autarquía. En lo económico, por tanto, como en lo militar. Esto ya lo intentó el franquismo, sin éxito, porque no reunimos las condiciones geográficas ni geopolíticas para conseguirlo, y carecemos de algunas materias primas fundamentales, como el petróleo. Por no mencionar que la actual economía globalizada e interdependiente ya no permite la autarquía, ni siquiera a los más corruptos e ineficaces gobiernos de algunas partes del planeta.

Podría seguir pero, la verdad, el resto es más o menos lo mismo. Una absoluta inconsistencia, que tiene que ser sacada a la luz pública. Hay que hacerlo porque estos tipos, y a la vista está del programa que han redactado, odian la inteligencia, y creo que cuando se enfrenten por primera vez a ella, no aguantarán ni el primer asalto. Pero para que la inteligencia se les oponga, tenemos que ser todos quienes no debemos callar, ni guardar silencio sobre ellos. Lo digo con un fuerte abrazo para ti, Jaume, y para todos los que defendéis hacerles caso omiso.

Martín Sacristán, periodista y escritor

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