O a tu abuelo, tu tía, tu padrino o quizás a tu hija.
Llama a tu madre ahora y no cuando tengas tiempo. Llámala cuando lo pienses, no lo dejes para más adelante y si te dice que está ocupada, alégrate de su ocupación y llámale más tarde.
Di por encima del teléfono, estoy hablando con mi madre, que es patente de corso que todo el mundo entiende, y como todo el mundo tiene, ha tenido madre, comprende, aprueba, envidia que se hable con su madre.
–Perdone, es mi madre, al teléfono–, una fórmula que rompe incluso el hielo y que no podremos usar siempre.
Llámale con una llamada larga que le permita recorrer el pasillo enfadada porque no sabe si suena el fijo o el móvil. Que despotrique de los móviles, porque se habla demasiado por los móviles, menos cuando se habla con ella.
Llama con tu madre a una antigua amiga y déjala que hable largo y tendido de sus cosas, que se llamen nena y que digan que los tiempos han cambiado para peor y más ahora. Haz que aparezcan por la pantalla niños y que hable con ellos ese lenguaje que han olvidado y aún no recuperado las edades intermedias.
Llámala aunque pienses que no tienes mucho tiempo y que ella va a hablar tanto. Aunque ahora no sea el momento, porque estás ocupada. Llámala porque tal vez te diga que desde tu anterior llamada aún no ha hablado con nadie y se aclara la voz, hablando contigo.
¿La has llamado ya hoy?
Jordi Delás, médico