Sorprende ver cómo un país sumido en el caos político, sin gobierno ni presupuestos durante un año o incluso más, sigue funcionando sin mayores problemas. El ejemplo más vivo es el de los belgas, quiénes están acostumbrados a sobrevivir a largas crisis de gobierno, llegando a estar 541 días para formar el del 2010. Tres años antes ya habían estado 194 días sin ejecutivo y, sin embargo, ello no les impidió seguir trabajando e incluso firmar el Tratado de Lisboa de 2007.
Ahora parece que España también va encontrándole el gusto a esto de ir tirando, mientras la clase política, en lugar de ponerse de acuerdo y empezar a trabajar, ventila en medios y redes sociales un espectáculo inacabable de descalificaciones, rabietas, insultos y vendettas, que encima responden a estrategias para construir e imponer relatos y desgastar a éste o a aquél rival. A los diez meses con Rajoy en funciones, ahora le añadimos los que ya lleva España sin un gobierno que gobierne. Y allí seguimos…
Si no fuera porque la creencia general dice lo contrario, cualquiera pensaría que no son necesarios partidos políticos para encabezar un ejecutivo. En Bélgica, acabaron tan habituados a estar sin ellos que, además de hacerse con un récord Guinness, empezaron a bromear con que el estado funcionaba mejor sin ellos. Y ya se sabe que “entre broma y broma, la verdad asoma”. A ver si al final será cierto lo que ya apuntaba la gloriosa serie de la BBC de los ochenta, Yes, Minister, donde quedaba claro que los que hacían funcionar la maquinaria eran siempre los altos funcionarios (quién no recuerda al gran Sir Humphrey) y no los ministros partidistas de turno.
Carles Padró, periodista