La vuelta al trabajo o al cole tras las vacaciones tiene nombre francés: rentrée. No lo veo como una casualidad sino, podría decir, como un merecimiento. Nuestros vecinos saben incentivar el regreso a casa como nadie.
Primero ocuparon sus páginas en repasar qué leyes se han aprobado en verano por aquello de la agosticidad. Y luego van con los estímulos. A primeros de septiembre han comenzado las preselecciones del premio Goncourt –con su enorme dotación de 10€. También las del premio Renaudot. Y el juego de ver coincidencias o como van las “carreras” de algunos autores en uno y otro certamen. Son noticias que ocupan portadas antes de llegar al fallo definitivo. Luego están las novedades de cada editorial, que se promocionan hasta en los jardines.
En Francia, las confrontaciones filosóficas están también a la orden del día. Mientras, la campaña presidencial favorece debates ampliamente seguidos.
Otro país y otro arte: gracias al Festival de Venecia, hemos podido anotar qué películas querremos ver en cuanto lleguen a nuestras pantallas: unos esperarán la ganadora,
The woman who left, del cineasta filipino Lav Díazuna –cuatro horas, una larga velada-; otros, el premio del jurado, Nocturnal animals, del diseñador de moda Tom Ford, y otros más, o los mismos, se apuntarán a ver las consideradas mejores interpretaciones.
De EEUU llegan los premios Emmy de televisión. Ahora que estamos en plena cresta de la seriemanía, los galardones son seguidos masivamente para ayudar a decidir qué ver prioritariamente. Por cierto que un español, Víctor Reyes, ha obtenido la distinción a la mejor Banda sonora.
Por aquí los medios comentan las más prometedoras exposiciones del curso; los conciertos más recomendables… Aunque eso depende del lugar de residencia y – en música- también del bolsillo.
La conclusión es que no hay nada como la cultura para retomar la cotidianidad con ganas. Yo, mientras no llegan inauguraciones y películas, tengo entre manos un Goncourt. Feliz
rentrée.
Soledad Gomis, periodista