Tener memoria se considera una virtud, aunque perderla no es un vicio sino más bien una avería y a menudo una desgracia. La memoria es necesaria y eso se comprueba sobre todo cuando uno la echa en falta. Pero su necesidad, su conveniencia y su utilidad no siempre y no todos la han valorado. Bastantes educadores y pedagogos apartaron e incluso desterraron de sus métodos didácticos el fomento, el ejercicio de la memoria como instrumento de aprendizaje y de acceso al conocimiento. Ahora parece que esta tendencia remite y, como suele ocurrir con los péndulos, algunos prestigian la memoria con un punto quizá de exageración y afirman que sin memoria no hay cultura y aun que cultura es memoria. Es bueno que la memoria vuelva a la enseñanza y que los jóvenes la refuercen como hacen cada dos por tres con la ram de sus ordenadores. Saben que de ella depende la rapidez y la capacidad de sus funciones, sean estas los juegos tele-reunidos, el cine serializado, el chateo o el estudio poscovita.
También la política se acuerda ahora de la memoria y hasta se pone a legislar sobre ella. Sorprende bastante que este interés aparezca como muy sentido y acuciante entre algunos de los que más se oponen a lo que llaman despectivamente el Régimen del 78, al que llegan a considerar ilegítimo, impuesto por el franquismo, obsoleto y padre de la principal desgracia que nos aflige, la Transición. Algunos de estos no tienen memoria personal de aquel proceso ejemplar que ha dado como fruto los mejores años de la historia de España. Tampoco lo estudiaron porque su escolarización coincidió con el desprestigio de la memoria en las aulas. Deberían aprovechar un poco más el tiempo y hacerlo ahora porque para los que tenemos recuerdos y conocimientos de aquellos años es un poco pesado volver al debate sobre si reforma o ruptura. Si lo estudian tal vez comprenderán que es un falso dilema porque lo más rupturista de lo que todos (ellos incluidos) hoy podemos disfrutar —con sus carencias y defectos, claro, pero muy por encima en protección y derechos civiles de la gran mayoría de países del mundo, repito del mundo—, todo esto ha sido fruto del triunfo de la reforma sobre la ruptura, que es el triunfo de la inteligencia sobre la ignorancia y de la memoria sobre el olvido. La memoria que llevó a la reconciliación y esta a la libertad y la prosperidad. Lo más rupturista, amigos, es reformar. No rompan, reparen. No anulen, sumen. No separen, unan. Es bueno tenerlo bien presente, es decir en la memoria.
Jaume Boix, director de El Ciervo