La limpieza. Las calles están impecables: sin colillas, sin papeles. Comentan las gentes de Varsovia que tienen una alcaldesa y que hace repasar las aceras tres veces al día. Es posible, pero la pulcritud llega a todas las ciudades e incluso a todos los lavabos del país, sean de restaurante o de gasolinera.
La lentitud del servicio. Decía la guía que los camareros “tienen piedras en el estómago” Nos pareció una exageración, pero ¡qué cierto! El bar o restaurante podría estar bien decorado o ser de batalla, estar en un pueblo o en una población turística… El hecho es que más de una vez alguien se quedó sin comer o se marchó antes de los postres, tras 45 minutos de espera. En mi caso opté por comenzar siempre diciendo que “we are in a hurry” y pidiendo la cuenta antes del último plato o el postre.
Contrastes a 60 metros. Cada mes tiene lugar una misa en memoria del que fue presidente de Polonia, Lech Kaczyński. La gente llena el templo y sigue la ceremonia activamente, desde la calle, si hace falta. A 60 metros, un mismo día de agosto, los opositores al actual Gobierno se manifestaban en la plaza del Castillo por el propósito gubernamental de controlar la Justicia. Detrás de tal afán todo el mundo señala al otro gemelo Jaroslaw Kaczyński, el “cerebro gris”, le llaman.
El gueto más in. Apenas queda nada de lo que fue el tristemente célebre gueto de Varsovia. La única esquina que queda sin restaurar abre una calle, llamada Prozna, convertida en un punto chic: un fotógrafo captura los devaneos de una modelo con distintas vestimentas tamaño
minimal y un zumo cuesta lo mismo que una comida completa en otro punto de la ciudad.
La religiosidad polaca es ampliamente conocida. No ha sido sorpresa, pues, que la ratio de religiosos con hábito sea casi la misma que en el Vaticano y aledaños. Lo que sí me sorprendió fue ver a un impresionante motorista alto, estructurado, camisa blanca impecable, con el casco en una mano, avanzando resuelto hacia la iglesia de Chestokova. Llevaba alzacuellos. Por cierto, para mí, la imagen y la iglesia del santuario fueron una sorpresa: son muy hermosas.
Mea culpa por ignorante.
Soledad Gomis, periodista