Me gusta escuchar conversaciones ajenas. No fuerzo la situación, pero si estoy en el metro, en un bar, o en cualquier espacio público me entretengo con lo que hablan los demás. Esta semana escuché como una niña le decía a su madre que no quería que hubiera pobres, la madre le contestó que para que hubiera ricos tenía que haber pobres, que las sociedades funcionaban así, y que la alternativa eran Cuba, Corea del Norte o Rusia, lo que venían a ser sistemas fallidos.
La conversación me sirvió como ejemplo de cómo una idea (el capitalismo es el único sistema viable, el fin de la historia ha llegado y no hay alternativa a lo que hoy tenemos) se mantiene hegemónica, de cómo pasa de generación en generación, y de cómo es difícil disputarla, ya que se da en un ámbito privado y no es fácil dar la réplica.
Me quedé con ganas de preguntar inocentemente a la madre ¿para qué sirve un rico? Si para que haya ricos, tienen que haber pobres, ¿vale la pena que existan los ricos? De acuerdo, es un planteamiento pueril, pero entiendo que se mueve en unas coordenadas parecidas a las de la conversación en la que yo no estaba invitado.
Ser rico es un sueño para muchos, una ilusión, hasta yo he jugado al Euromillón, no es algo que me resulte lejano. Tener decenas o centenares de millones de euros hace, como dice el lema, “que tus sueños se hagan realidad”. En una sociedad democrática, en el que cada persona tiene un voto, la acumulación de riqueza en manos de algunos de sus miembros, puede generar, y de hecho genera, interferencias en la toma de decisiones.
Si vamos a los clásicos David Ricardo, Stuart Mill, Adam Smith, Karl Marx, o al más reciente, Thomas Piketty, nos enseñan cómo se llega a ser rico, lo que implica la acumulación de capital en pocas manos y los efectos que generan en las sociedades y en sus economías. Y llegaremos a la gran cuestión que ha sacudido la historia en los últimos siglos, la contradicción Capital – Trabajo.
Pero volvamos a la pregunta, ¿Para qué sirve un rico?, sabemos lo que significa y lo que comporta acumular riqueza, que queda mal repartida y las personas que no tienen acceso a esa riqueza ven sus condiciones de vida mermadas. ¿Hasta qué punto se puede acumular riqueza sin destrozar una sociedad? Lo desconozco.
Lo que sí sé es la función que debería ejercer el Estado a la hora de recaudar impuestos. Ya que la sociedad genera riqueza y permite que unos pocos la puedan acumular, qué menos que estos privilegiados paguen una parte considerable de su riqueza para mantener este sistema que claramente les beneficia.
La alternativa, que la hay, es avanzar hacia una nueva organización de la sociedad de manera más igualitaria, que reparta el trabajo, garantice el acceso a la vivienda, a la sanidad y a la educación, y que permita conciliar trabajo y vida privada. Los ricos deberían servir para mantener y fortalecer un sistema que les beneficia, y si no, no sirven para nada.
Andreu Llabina, historiador