La magnífica
Lola Herrera, al recoger emocionada la noche del 25 de abril el premio Max de Honor: “Es un privilegio trabajar con 80 años”. Sí, Lola. Y es un privilegio para nosotros que podamos verlo y disfrutarlo ahora que vuelves a mostrarnos en los escenarios tus inolvidables
Cinco horas con Mario del añorado Miguel Delibes. Gracias, Lola, y felicidades por mantener a tu edad, la misma que Núria Espert, que sigue nada menos que con
El rei Lear, la pasión y las facultades que os permiten enfrentaros a Delibes, a Shakespeare y al público, quizá lo más difícil.
No pude dejar de ver en tus palabras –sencillas, como debe ser, y emotivas, como también– la ironía de tu situación paradójica. Porque es privilegio hoy trabajar a los 80, a los 70, a los 65, a los 60, a los 40, a los 30, a los 20 y a los 18. Que el trabajo sea un derecho escrito está, pero es muy dudoso. En todo caso un derecho incumplido, inalcanzado y para muchos inalcanzable. Para la mayoría el trabajo es hoy una aspiración, una quimera, un lujo, un privilegio.
Qué suerte, pues, tenerlo y teneros, Lola, Núria. Y qué bien que al recibir los premios uno se acuerde de los demás, como Lluís Pasqual, que dijo creer en la eficacia de los pequeños gestos y por ello dedicó el Max por su adaptación de
El rei Lear a los refugiados e inmigrantes “que para nuestra vergüenza están llamando a las puertas de Europa para salvar su dignidad”. Y sus vidas. Qué triste es que no tener que huir, dejar la tierra y perder a tu gente se haya convertido también en un privilegio.
Foto:
Jaume Boix, director de El Ciervo