Rosa María Calaf (Barcelona, 1945) es ya una institución en el mundo del periodismo. Su experiencia le avala: nada más y nada menos que 37 años de reporterismo a sus espaldas. Este mes de diciembre recibió un galardón por su trayectoria profesional, el
XII Memorial Joan Gomis de periodismo solidario –del que El Ciervo forma parte–. En modalidad de obra premiada fue galardonado el joven Pablo López Orosa por su reportaje ‘La tregua de los zapatos’, publicado en Desalambre, de eldiario.es.
Tras la ceremonia de entrega, en la que se entremezclaron la voz de la experiencia y la vitalidad y el empuje del joven reportero, Rosa María Calaf nos atendió en un hotel del Raval justo antes de partir de viaje a África en coche durante varias semanas. Ahora que se ha retirado se dedica a viajar y a compartir su experiencia en colegios, universidades y oenegés con la finalidad de denunciar la
falta de responsabilidad social que envuelve hoy el periodismo y ayudar así, a que el oficio recupere su vocación de servicio al ciudadano.
Parecen malos tiempos para el periodismo.
El periodismo no ha sido fácil nunca. Ahora tiene los enemigos de siempre con técnicas más depuradas y sutiles. Vivimos un momento de cambio de modelo social y todos los cambios producen incertidumbre. La tecnología es una herramienta magnífica de conocimiento y debería ayudar al periodista, pero si se utiliza mal o con intenciones perversas tiene la misma fuerza para provocar el desconocimiento.
¿La esencia del periodismo se pierde por la tecnología?
En parte sí, porque se ha usado mal. Si tienes un cincel puedes hacer el David de Miguel Ángel… pero también puedes hacer una estatua Stalin o una porquería que no mire nadie. Lo que importa no es la herramienta sino cómo se usa. En este momento hay una gran desorientación en el uso de la herramienta. Tenemos que entender que la herramienta tiene que estar al servicio del ciudadano y del periodista, no al revés. La tecnología no puede estar por encima del contenido, tiene que estar al servicio del buen contenido. Hoy puedo hacer las cosas breves, simples e impactantes. Pero eso significa que no explico y no contextualizo…
En el periodismo actual prima más lo emocional que lo racional.
En lugar de dar conocimiento ahora el periodismo da emoción. En vez de informar, moviliza. Se usan eufemismos, se cambian los sentidos de las palabras, se tergiversan los hechos… Es una manera de manipular las ideas para favorecer causas. Además, las decisiones que está tomando la ciudadanía se basan en emociones y no en conocimientos, y eso es peligrosísimo y tremendamente manipulable. La gente toma decisiones que van en contra de sus propios intereses. Si se parasen a pensar se darían cuenta de que están sirviendo a los intereses de determinados grupos.
Pero podemos cambiar y revertir la situación, ¿no?
El periodismo es una pata de la construcción social. Según hacia donde vaya, si realmente recupera su objetivo esencial que es el de servicio a la comunidad y a la ciudadanía, se reconducirá la situación. El papel del periodista es darle al ciudadano aquellos elementos de conocimiento rigurosos, independientes, honestos y cabales con los que va a formarse una opinión y a actuar en consecuencia. Y eso es lo que ha intentado el periodismo siempre; con sus dificultades.
¿Hay culpables de la deriva actual?
Hay responsabilidad compartida. A mayor poder, mayor responsabilidad. La responsabilidad está en el ciudadano que no hace el esfuerzo necesario para formarse e informarse y que va a lo fácil, que cree que solo tiene que estar pasivo recibiendo información y no activo exigiendo que se le de una de buena calidad. Pero el periodista también es culpable. No hemos sabido defender la importancia de seguir manteniendo el control, en el buen sentido de la información. Se ha dejado que cualquiera interfiera. Hay periodistas reverenciales con el poder, sumisos con el poder político y económico. Otros que no, y otros que han cedido más de lo que debían ceder. El poder mediático debe controlar al poder político y económico. Los poderes deben estar separados y ahora están en una promiscuidad total. Es como si pones a un zorro a vigilar un gallinero.
¿Qué les dirías a los periodistas que ya están inmersos en esa mezcla política, económica y social?
Que eso no es periodismo. Que dejen de hacer eso. Eso es servir a intereses particulares y no tener vocación de servicio público. Servir a la política es propaganda o publicidad, no es periodismo.
¿Pero está la audiencia preparada?
No. Se la está mal acostumbrando. Se tiende a infantilizar al receptor y a hacerlo más vulnerable haciéndole creer que está informado cuando en realidad está entretenido. Se le hace creer que está decidiendo sobre temas concretos cuando en realidad no sabe nada. El problema del periodismo hoy es que se basa en un modelo que prescinde de las personas y al que solo le importa el modelo económico. Esto al final perjudica al periodismo.
Una fórmula para enmendar este modelo…
Ojalá hubiera una fórmula; esto no funciona. Vamos a ver qué funciona, probemos… Si no tienes una ciudadanía formada de forma crítica es más fácilmente manipulable.
¿Crees que esto explotará en algún momento o que la gente seguirá idiotizándose?
Quiero creer que sí, que la historia es siempre cíclica y que la historia de la humanidad en general ha ido siempre a mejor aunque haya tenido frenazos o retrocesos. Creo que habrá un momento en que la gente se dará cuenta de que no puede estar todo el día pegada a un móvil y sin ningún sentido crítico, dejándose llevar por lo que sale ahí. Podemos y debemos usar la red, pero no podemos caer en ella. Y la gente cae atrapada en la red y no puede salir y al final acaba pensando, decidiendo, creyendo y queriendo con absoluta convicción qué es lo que quiere y no es verdad, en realidad han sido abducidos. Creo que hay mucha gente que se empieza a dar cuenta…
Por lo que se ve en la calle son son minoría…
Además, hay que ir con cuidado con los datos. Lo damos todo. Si apareciera ahora Hitler en una noche podría eliminar de un plumazo a los que no quiera. Con el móvil tiene una ficha y una radiografía. Está todo ahí y lo hemos ofrecido nosotros, ofrecemos el control de nuestra vida, de nuestras ideas. Y ahora se venden las ideas con las mismas técnicas de márketing que se usan para vender productos: mensajes muy sencillos, muy emocionales, muy directos y totalmente falsos.
Y encima ahora hemos de preocuparnos de las fake news… Un estudio decía que en 2022 la mitad de las noticias serían falsas.
Cuando empezó la publicidad en los años 60 la gente creía que la publicidad era verdad. Ahora lo cree mucho menos y la gente se resiste. Ha llegado un momento en el que la gente se ha dado cuenta. Si se alerta lo suficiente se darán cuenta de que muchas noticias no son verdad. Espero que se generen anticuerpos contra las
fake news.
Y luego están las injerencias… como el periodismo ciudadano.
El periodismo ciudadano no es periodismo. Hay que entender que los ciudadanos puedan denunciar, rebatir y participar… pero eso no es periodismo. Igual que pasa con la medicina. No le vas a pedir a tu primo que te opere el corazón. Eso hay que explicarlo claro porque hay fuerzas muy poderosas que quieren que la gente crea que eso es periodismo. Hay que estar continuamente con una actitud militante de desmentir y es agotador.
¿Ha cambiado mucho el panorama en estos últimos años?
No es que la prensa fuera antes maravillosa, pero había una vocación de servicio más clara y era mucho más reposada. Llegaba a menos gente y el efecto era mucho menor. Ahora te enchufan un tóxico y te lo has tragado sin darte cuenta. La única opción es saber lo que está ocurriendo y que la voluntad de no dejar saber ha existido siempre. No dejar saber es dominar. Eso ha sido siempre así porque hay gente que no quiere que los demás sepan que los conocimientos que benefician a la mayoría salgan y se compartan. Pero cada vez se complica más por esa dimensión que da la tecnología, la controlamos mal.
¿Qué te parece la carrera de periodismo? Quizá el problema está en las facultades…
Yo creo que siempre hay que formarse. El problema no está en la carrera, sino en el cómo es la formación. Hay que saber cuál es el objetivo del periodismo, que la ética es fundamental, cuáles son los peligros, las amenazas, contra lo que tienes que luchar, cuál es tu obligación… Pero eso es así en todos los trabajos. Cualquier ejercicio de cualquier actividad social tiene que tener como objetivo el bien común. Eso es lo fundamental. Hay que reformar los estudios de periodismo, sin duda. Hay que adaptarlos a las necesidades y los tiempos y recuperar lo que se ha ido perdiendo. Tiene que haber una formación base transversal, humanística, que es lo que vas a aportar a la sociedad y por tanto tienen que haber unos valores y luego unas técnicas. Salen demasiados periodistas en España. Todo el mundo tiene derecho a estudiar periodismo, pero hay que explicar que luego no todos podrán ejercer.
Periodismo y ego. ¿Qué te sugiere?
Un peligro tremendo. Hay que hacer un esfuerzo permanente para luchar contra él en el periodismo audiovisual.
¿Y periodismo y democracia?
Una democracia solo puede funcionar como tal si tiene al lado un periodismo de calidad. El presidente Jefferson dijo “prefiero periódicos sin democracia que democracia sin periódicos”.
Prestigio. ¿Bueno o malo?
Bueno si está basado en el compromiso. Eso facilita la confianza del ciudadano. Tiene que ser un prestigio ganado con el buen hacer, en el buen servicio. Que el ciudadano pueda confiar en ese periodista.
Lealtad.
El periodismo cada vez responde a intereses más ajenos la vocación periodística. Se ha perdido la lealtad del periodista al receptor y la del receptor al mundo periodístico. Eso beneficia a los que no quieren que haya un buen periodismo que les ponga palos en las ruedas.
Define el periodismo en una fórmula o en una sentencia.
Mirar, escuchar, y comprender para explicar sin intención de convencer.
No podemos acabar sin hablar del papel de las mujeres en la profesión.
Ha mejorado mucho en cuanto a presencia y cantidad pero queda mucho por hacer en cuanto a calidad. Estamos en la tropa, pero muy poco en la jerarquía. Lo más peligroso es que se haga creer que ya está todo conseguido y que la lucha feminista no tiene razón de ser, y que se desvirtúe lo que es la lucha feminista, porque no es una lucha contra nadie, sino es la lucha a favor de alguien, y no me refiero solo a las mujeres sino en favor de la sociedad, porque una sociedad que no cuenta con todos sus elementos está desperdiciando la mitad. Cuando luchamos por los derechos de las mujeres luchamos por los derechos de una sociedad igualitaria. Y eso es una asignatura pendiente.
Jara Atienza, periodista