“Hineni, Hineni,
Estoy listo, Señor.
Hice lo que pude: no ha sido mucho.
Como un pájaro en el cable,
como un borracho en un coro a medianoche
he tratado a mi manera de ser libre.
Como un gusano en el anzuelo.
He dicho la verdad, no vine para engañar.
Si he sido poco amable,
no lo tengas mucho en cuenta.
Si he sido falso,
créeme: nunca lo fui contigo.
Y justo cuando he subido a lo alto de esa colina
para lavar mis párpados con la lluvia
veo que te has ido y has cambiado de nombre una vez más.
Hasta siempre, Marianne,
es hora de empezar a reír y a llorar,
a llorar y reírnos de todo eso otra vez.
Ahora en Viena hay diez mujeres bonitas,
hay un hombro donde la Muerte viene a llorar,
hay un vestíbulo con 900 ventanas
y un árbol donde las palomas van a morir.
Ah, pero ¿quién se acerca a tu foto
con una guirnalda de lágrimas recién cortadas?
Tus ojos se humedecen con la pena,
y no, esa no es manera de decir adiós.
Ay, Ay, Ay, Ay
Toma este vals, toma este vals
toma este vals que ha estado muriendo durante años.
Toma este vals que bailaré contigo en Viena.
Enterraré mi alma en un libro de recuerdos
y aunque todo haya salido mal
aquí estaré ante el Señor del Canto
sin otra cosa que decir más que Aleluya.
Aleluya, un frío y roto Aleluya.
¿No ves las barcas que avanzan calladas por el río?
Cae el sol como la miel entre la basura y las flores.
Hineni, Hineni,
Estoy listo, Señor”.
So long, Leonard. Y gracias por estos versos dispersos en tus canciones. Es lo que queda ahora de ti en mi memoria. Restos de un largo viaje en busca de sentido. Valió la pena.
Jaume Boix, director de El Ciervo