Cuidar e intentar curar a las personas es una maravillosa ocupación, a menudo dura, exigente y absorbente, que hace pasar los días y años rápidamente. Pero también ofrece un impagable hábito de preguntar qué le pasa y de intentar ponerse en lugar del atendido porque, de otra forma, no hay una buena actuación profesional.
Esta magnífica proximidad y el anhelado deseo de mantener la integridad del paciente nos lleva a poner grandes recursos técnicos y humanos al servicio de esa persona. Es nuestro objeto de estudio, de atención y dedicación. Acompañamos en el infortunio y es el combate contra la fatalidad y el desconocimiento de tantos procesos cuyo origen y desencadenamiento ignoramos.
Es desigual enfrentamiento ante la limitación, la enfermedad incurable, el envejecimiento que nos ha de llevar a no aceptar que el hombre sea agresor del hombre. Tenemos demasiados factores de riesgo, noxa, enfermedades como para que entre nosotros surjan enfrentamientos.
En Barcelona, el 1 de octubre ha habido agresiones a personas de orden, pacíficas que nunca pensaron que sufrirían golpes por parte de su policía. Ninguna ley, ningún principio de autoridad puede justificarlo.
Los profesionales sanitarios sabemos bien que la intervención solo se ha de dar cuando wait and see, esperar y ver es peligroso. Y ese domingo no lo era.
El pacifismo ha de ir más allá de partidismos, de distintas valoraciones para mismas actitudes en funciones de colores y grupos políticos. Hubo violencia desmesurada que lleva a pedir responsabilidades, reconocimiento de excesos y dimisiones. Y el compromiso que nos alzaremos ante cualquier tipo de violencia, de agresiones vengan de donde vengan.
Jordi Delás, médico